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miento
y
el pensamiento, la hu1'n c.. 1:idad habrá
conseguido uno de sus may? res tnunfos.
Esta incompa rable co nqui sta no corres pond e
á nu estro s ig lo: en los misteri os del porvenir
lejano ella
se~á
pa trimoni o de una época ese n–
cialmente filosófica; porque sólo e n un a época,
en la que la inteli ge nci a reflex iva interprete, con
verdad,
á
la na turaleza,
y
a l interp reta rla se
armonice co n ell a, e nl ace la idea con e l deseo,
la pasión con el juicio, la ley con e l hecho; po–
drá n ento nces los hombres repe tir, con un pro–
fundo pe nsador ele los tiempos antiguos, qu e la
v irtud
y
la felicidad se e ncie rra n e n e l sa be r.
¡Ah. s i nos fuera posible' abarcar la filosofía
en toda su plenit11d
y
pure i a, s ie ndo co nsec ue n–
tes con ella, el reinado de Ja ciencia alJsoluta
y
de la perfección moral regiría dulce me nte el
mundo !
Pero por ,desgracia,
y
s in considerar la s mi–
serias propias de nu est ra na tu raleza mora l.
la filosofía representa una lente ele dos ca–
ras: En la una, allá
á
s u té rmino. reflej:::i, con–
vergiendo, todo e l unive rso e n su coordina–
ción
y
simplicidad real; el camin o pa ra ll ega rá
este término se halla en la misma naturaleza;
pero se va prol-ongan do
y
extendi e ndo á nu es–
tra vista e n relac ión con el desenvolvimiento
progres ivo de las ciencias par ti cu lares. La o tra ·
cara está ser)arada ele Ja
inteli cre ncia huma na
..,
por un abismo insalvabl e,
y
sólo se explica e l
. empeño inse nsato e n quere rlo atravesar, á cau –
sa de la fascinación que ejerce sobre nuestra
mente el enigma sagrado, que
enci<~rran
es tas
palabras magn é ticas:
causas finales.
Y como el