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cristales empañados pcir imposiciones arbitra–
rias; es árbol gigante que 11ecesita ancho cam–
po para extender sus raíces.. aire
libr~
para ab–
sorverle'J' plenamente, espé1c10 despepdo · para
prolonga
su~ ·
ramas, cielo descub.iert.o
p~ra
crecer sin limite hacía lo Alto . Las c1enc1as,
perseguidas
y
aprisionadas, gemían
lug-ubre–
mente,
y
ese gemido, trasminacdo los sombrío"
calabozos
do~de
se pu rgaba11 los cielitos sospe–
chados por los tiranos en sus angustiosas pe–
sadillas, era el anuncio supremo dado
á
la hu–
manidad de las incalificables vejaciones que su–
fría, encerrada en sus bóvedas,
la
altivez del
pensamiento: ¡Que entre los imprecatorios la–
mentos de los criminales, de los desheredados
de la fortuna, de los envilecidos
y
miserables,
estaban también ahí, aprensadas
y
confundidas
como escoria vil, las protestas de la dignidad
del hombre, las inspiraciones del genio
y
la voz
de la ciencia!
Toda fuerza social encadenada. al convertir–
se en factor activo, ocasiot1a una tormenta: Las
injusticias
y
opresiones, perpetuadas por siglos,
espesando la atmósfera de aquellas sociedades,
cubrían el horizonte con nubes preñadas de ren–
cores
y
amenaza!', que, al estrellarse contra los
obstáculos que se le oponían. en su terrible em
puje, sacudieron de raíz las instituciones secula–
res, sin respeiar ninguna cbse de privilegios,
llegando en su ira ciega
á
revolverse contra su
propia obra,
y
renegar de su programa, levan–
tado sobre cadáveres, por una guillotina expia–
toria. Después de aquella necesaria, pero tre–
menda crisis, la humanidad entró, resuelta,
á
clis-