'.3i observarnos, co n espmt11 investigador, el
desarrollo de la cie ncia en nuestro siglo,
y
lo
compararnos con e l obtenido en cualquiera otr::i.
é poca de la hi storia, no podemos menos que
reconoce r qu e existen p rin cipios internos e n
nuestras sociedades, que imrrimen un impulso
prodigioso
á
la activ idad intelectual de los hom–
bres de nu estro tiempo;
y
cuando, elevá ndonos
sobre los hechos, pedimos
á
la filoso f1 a la razó n
del fenómeno, íntimame nte
re lac ionad o con
nu es tras asp irac iones, figura de p referen cia, co–
mo trna dé las causas qu e más directa
y
tras–
ce ndental me nte ha n influido e n este prog reso. el
g oce tranquilo de la sa ng ri enta victo ri a que
arrancaron los hombres de fines del s ig-Io XVI!I
á
los diversos re presenta ntes del despotismo
e n la tierra. La intelig encia hurm.na no es de–
li cada flor que se cultiva dentro de la atmósfe–
ra asmática de los con se rvato rios,
á
través de