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i
B.
PÉREZ
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. se 'ocultaba
á
su perspicllo 'ent_endimiento.
¡La.
fórml,llal He aquí el secreto. Era preciso ser
Arquímedee, Galileo,
~
ewton, poseer'
el
genio
y
la
inspira~ión
sublime de los grandes
de~cu..
.
brimientos para eucontrat aquella fórmula. -
"
D~
Buenaventura militaba públicamente en
,
\
el partido ,católico, el cual
ha
extendido á to-
- das la.s "cosas
la.
'intoleraucia, ne'rvio del dog–
~a.
Pero es ley fatal también que al combutir
J,
'
,
'
',y
cpn
un ,
enemigo
q
l~e
e,m
p~~a
determ.inada tác-
tica, se aprende,esa
.tácti~a,
y
se
la
adopta des–
p~~és.
Eso le pasó
á
D~ B' ueuave~tura;
y
el há–
lJit9
d'e los parlameutos, del 'saló9 de coufefen–
~ja~
y
de la política melluda, ensellóle sin saber
cómo el fino arte de las tninsacciones. Era 'que
su espíritu,
POI"
el-
fre.c~ente
combate con las
~labilidades,
llegÓ
á
iuficion~rse
de ellas
pri~
mero-,
á
usarlas
iu~tilltivamente
después,
y,
por ,último,
á
c~'eerlas
buellas
y
necesarias.
, Había defendido enérgicamente, aunque sin
elocqencia, la unidad rigurosa del culto,
y
eran de oir sus ,palabras calificando
108
matri–
monios co.ntraídos por 'personas de diferentes
creencias; pero una cosa
es
la declamacióu
teórica 'y ot ra el hecho abrumador yelocuen–
te, más persuasivo que cuanto encierran las
~ibliotecas .
Ante aquel hecho que directamen–
te hería su corazóu. D. Buenaventura vaciló.