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SERGIO QUIJADA JARA

reparó en un utushcuro, triste y abatido, que presa

de ñambre iba

jadeante arrastrándose penosamente

por entre las malezas de un matorral.

-Oruguita, adónde vas?, preguntóle la muca con–

dolida.

-A roer la

raíz de las yerbas,

respondió

con

voz apagada y trémula.

Pasó el invierno con sus hielos y sequías;

sus

inclemencias y rigores; vino la pri mavera con sus ll u–

vias y rocíos y flores

y

sus fru tos.

Voliénonse nuevamente a encontrar los amigos, y

ya con la cabeza erguida e inflada de orgull o el

i–

rascible gusano, deslizábase infatuada por entre

las

cañas

y

mazorcas de un tupido maizal, sin dignarse

mirar a la jarachupa que sorprendida por ese cambio

y extrañada de tanta arrogancia, le interroga:

-Señor gusano, adónde se está Ud. yendo?.

Irguiéndose aún más la enfurecida oruga, a quien

cuando se le detiene se esponja y se enconje porque

es muy colérico, contestó altanera

y

con mucha énfasis:

-A comer corazón de choclos negros!

Y tanto y tanto se irguió el guapo utushcuro,

que alcanzó a divisarla un chihuaco y se lo devoró.

Moraleja, «Así hay hombres que en la adversidad

se arrastran humillándose, pero cuando llegan a poseer

algo, se yerguen altivos y soberbios olvidando lo qt,te

fueron».

Por eso terminan diciendo Vienrich, niños míos,

para no correr la desastroza suerte del utushcuro, es

menester conservarse siempre humi!Eies y modestos ».

- VEINTIDOS-