BIBLIOTECA NACIONAL DEL PERO
despues renunci6 en medi? del des–
gobiemo reinante. Vuelve a su intento
de dedicarse a escribir, quizas dando
inicio a su monumental (por sus seis
tomos)
Defensa de la autoridad de
/os
gobiernos
y
de los obispos contra
las pretensiones de la Curia
romana;
con esta obra ganarfa la excomuni6n
por parte de la Santa Sede.
En 1845, el Presidente Ramon Cas–
tilla lo nombr6 nuevamente Director
de la Biblioteca Nacional, cargo que
desempen6 con brillantez y lustre
hasta su muerte. A pesar de las tres
decadas que ejerci6 la direcci6n
de la instituci6n no existen mayores
referencias sobre su actuaci6n. Solo
sabemos que durante su segundo y
alongado perfodo se do la norma
(la Orden Supremo del 26 de abril
de 1847) que obliga a los impreso–
res a remitir a la biblioteca sendos
ejemplares de toda impresi6n que
realicen, indicandose que los senala–
dos impresores pueden ser requeridos
para tal fin. Tambien se sabe de un
inventario acontecido en 1866, en el
que se registran 29 .530 volumenes y
470 manuscritos. 25 lectores por dfa,
tres solos de lectura y un dep6sito.
lgualmente se tiene conocimiento
de una autorizaci6n del 16 de no–
viembre de 1869 para la refacci6n
del edificio. Como anecdota te–
nemos que durante el ejercicio de
sus funciones. Gonzalez Vigil brind6
protecci6n y ayuda a dona Rosita
Campuzano. conocida por sus amo–
res con el general San Martin . La lla–
mada «Protectora>> vivfa su anciani–
dad en el abandono y la pobreza. lo
que hizo que le cediera un espacio
donde establecerse dentro del edi–
ficio de la biblioteca . Alli encontraria
la muerte la amante del Libertador.
Gonzalez Vigil muri6 en Lima el 9 de
junio de 1875. La excomuni6n que
pesaba sobre el solo seria levantada
en 1975.
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Bartolome Herrera
(Lima, 1808-Arequipa, 1864)
Fil6sofo y politico conservador, una de
las figuras mas importantes del clero
peruano durante el siglo XIX.
Tuvo una corta participaci6n como
director de la Biblioteca Nacional, en–
tre marzo y junio de 1839, fecha en que
fue nombrado Rector del Convictorio
de San Carlos. Sin embargo, pocos
anos despues, se vio nuevamente re–
lacionado con la Biblioteca Nacional
al formar parte de la comisi6n revisora
de los libros que ingresaban a la insti–
tuci6n, cuando la dirigfa el cura liberal
Francisco de Paula Gonzalez Vigil.
Su obra en la ensenanza y en la
gesti6n publica fue muy relevante. Se
desempen6 tambien como diputado
por la ciudad de Lima, presidente del
Congreso de la Republica , ministro
de lnstrucci6n y embajador ante el
Vaticano. Termin6 su servicio pastoral
como obispo de Arequipa, donde fa–
lleci6 el 10 de agosto de 1864.
Juan Coello Arias
Fue nombrado director de la Bibliote–
ca Nacional en 1839, durante la presi–
dencia provisoria de Agustfn Gamarra.
Su gesti6n se extendi6 hasta el 22 de
octubre de 1844.
En esta epoca se estableci6 que
los libros que se introdujeran al Peru
deberfan pagar el seis por ciento de
su valor para emplearlo en la compra
de libros y otros gastos de la Biblioteca.
De acuerdo a un inventario de 1841,
la colecci6n ascendfa a 26.344 volu–
menes y 432 manuscritos.
Manuel de Odriozola
(Lima,1804-Callao, 1889)
El nombre de Manuel de Odriozola
ha pasado a formar parte de la histo–
ric por
SU
energica protesta «ante la
America y ante la humanidad entera»
por el crimen de lesa civilizaci6n co–
metido por la autoridad chilena el 1
O
de marzo de 1881 , cuando los salones
de la Biblioteca Nacional fueron des–
tinados a servir de cuadra a la tropa
invasora y los libros fueron considera–
dos botfn de guerra y trasladados, en
gran parte, hacia Chile y otros fueron
malbarateados. Lo cierto es que este
episodic desgraciado vino a interrum–
pir y a opacar la extraordinaria labor
que Odriozola desempenaba, desde
1875, como director de la Biblioteca
Nacional.
Uno de
SUS
logros mas importantes
fue el incremento del patrimonio bi–
bliografico de la Biblioteca en aproxi–
madamente cinco mil volumenes.
Esto fue posible porque Odriozola
gestion6 exitosamente asignaciones
extraordinarias para la compra de Ii–
bros y encarg6 a los agentes diploma–
ticos, adquirir en el extranjero los libros
cuyo merito les hiciese indispensables
para la colecci6n de la Biblioteca
Nacional. Otra fuente importante
de incremento de la colecci6n fue
el dep6sito legal de impresos, me–
diante una resoluci6n supremo que
obligaba a los impresores a remitir a
la Biblioteca Nacional dos ejemplares
Joyas de la Biblioteco