eran servidos dellos. Demás desto, me
contaban, como a proprio hijo, toda su
idolatría, sus ritos, cerimonias y sacrifi–
cios, sus fiestas principales y no princi–
pales, y cómo las celebraban. Decíanme
sus abusos y supersticiones, sus agüe–
ros malos y buenos, así los que miraban
en sus sacrificios como fuera dellos. En
suma, digo que me dieron noticia de
todo lo que tuvieron en su república,
que si entonces lo escribiera fuera más
copiosa esta historia.
Demás de habérmelo dicho los indios,
alcancé y vi por mis ojos mucha parte de
aquella idolatría, sus fiestas y supersti–
ciones, que aun en mis tiempos, hasta
los doce o trece años de mi edad, no se
habían acabado del todo. Yo nací ocho
años después que los españoles gana–
ron mi tierra y, como lo he dicho, me crié
en ella hasta los veinte años, y así vi mu–
chas cosas de las que hacían los indios en
aquella su gentilidad, las cuales contaré
diciendo que las vi. Sin la relación que mis
parientes me dieron de las cosas dichas y
sin lo que yo vi, he habido otras muchas
relaciones de las conquistas y hechos de
aquellos Reyes. Porque luego que pro–
puse escrebir esta historia, escrebí a los
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«Yo nací
ocho años
después que
los españoles
ganaron mi
tierra
y,
como
lo he dicho,
.
,
me crte en
ella hasta los
veinte años»