Discurs.o II.
nada puede acontecer.
Verdad cierta ,
y
religion
segura,
a
que serfa consiguiente la vida eter–
na , si esta esplendida natural luz estuviera
acornpafiada de la revelacion,
y
practicas evan–
gelicas.
1 1
5
La tenacidad de los Parsis por
su re–
ligion, despues de quatw mil afios que euen·
tan de antigliedad , sin embargo de las revo–
luciones que han padecido dorninados por gen–
tes no menos de diferente secta, que zelosos
de ella , debiera admiramos •
·~
·si
no
vieramos
los Banianos por todo el Indostao,
y
otras Na–
ciones de la misma ,
6
mayor antiguedad en
las misrnas circunstancias , de que en su lugar
hablaremos , no menos. adheridas
a
SU
supers–
ticion, que fos Parsis
a
la suya. Esto prueba
quanta sea
la
fuerza
de la
supersticion anti–
quada .con el largo uso de lo& mayores. Vemos
sf
en los Judfos,
y
aun
tambien en las Samad'\'
tanos, sin embargo de Ia ilustracion del
Evan~
gelio ,
y
con mayor persecucion ,
y
desprecio
de otras Naciones , una porfiada adhesion
a
Ia
ley
Moys.aica. Pero en los
J
udios podemos con–
templar una causa superior, sin que se pueda
discurrir otra
en
las Gentes de que hablamos,
que
la
fuerza de.
una
preocupacion derivada
p0r
_ge-