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hombres el obligarles
á
creer , que
el Hijo de Dios havia tomado una
carne humana ,
y
que la havia de
entregar
á
la muerte , sin añadir
á
la pena de vér mortificar esta car–
ne,
y
derramar inhumanamente es–
ta
sangre, el rigor de haverla de
comer,
y
beber. Porque vé ahí pre–
cisamente lo que les obliga, no
á
decir : esto
yá
es mucho ; es in–
cretble ; es imposible : sino ma3
bien , es cosa dura el haver de to–
mar por la boca la carne ,
y
la
sangre de un hombre. ·Y si esta di–
ficultad no
se
hallaba efeélivamen–
te en el misterio del Salvador, no
se podia explicar ni harto clara,
ni harto
prontamente semejante
discurso.
No permitaís que asi sea, Sal–
vador mio. Yo o"igo sin dificultad,
que es necesario acordarme de vues–
tra muerte : contemplar con la fé
en vuestra carne llagada,
y
en vues–
tra sangre derramada ,
y
que de ese
modo me haveis rescatado. Asilo
ha-