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.

119

ntregará su capa al que le

disputa

su tunica ,

que poner

un

pleyto

por

tan

pocas cosas. Ama

mas

la tran–

quilidad

de su

corazon ,

que lapo·

sesion de todo quanto le pueden

robar

iojnstamegte:

y

si

halla

que

es

absolutamente

necesario

faltar

a

la ~ caridad

para

recobrar

los bie–

nes ,

que Je han

hurtado ,

no

los

quiere

a

este precio.

¡

O,

Evange·

Iio , que

puro

que

eres

!

¡

O,

Doc–

trina

Christiana,

que

amable

que

ere

!

Pero ,

¡o

Christiano,

y

que

mal correspondes ,

y

que poco

dig–

no eres de tan precioso

nombre!

D1.tle

d

quien

te pide,

no

huyas,

como ordinariamente

sucede ,

del

que te

pt'"esto

algun

dinero

en

tu

nece–

sidad.

Haz

quanto

pudieres en su

alivio '

se

liberal' y

bienhechor.

Todas

las riquezas

del

Universo

no

igualan

a1

precio de estas

dos

virtudes, ni á la

recompensa, que

nos

acarrean.

Aqui tenemos tres

grados

de

caridad

con

los

enemigos : amar-

. H

4

los

Matth.

T.

42.