.
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ntregará su capa al que le
disputa
su tunica ,
que poner
un
pleyto
por
tan
pocas cosas. Ama
mas
la tran–
quilidad
de su
corazon ,
que lapo·
sesion de todo quanto le pueden
robar
iojnstamegte:
y
si
halla
que
es
absolutamente
necesario
faltar
a
la ~ caridad
para
recobrar
los bie–
nes ,
que Je han
hurtado ,
no
los
quiere
a
este precio.
¡
O,
Evange·
Iio , que
puro
que
eres
!
¡
O,
Doc–
trina
Christiana,
que
amable
que
ere
!
Pero ,
¡o
Christiano,
y
que
mal correspondes ,
y
que poco
dig–
no eres de tan precioso
nombre!
D1.tle
d
quien
te pide,
no
huyas,
como ordinariamente
sucede ,
del
que te
pt'"esto
algun
dinero
en
tu
nece–
sidad.
Haz
quanto
pudieres en su
alivio '
se
liberal' y
bienhechor.
Todas
las riquezas
del
Universo
no
igualan
a1
precio de estas
dos
virtudes, ni á la
recompensa, que
nos
acarrean.
Aqui tenemos tres
grados
de
caridad
con
los
enemigos : amar-
. H
4
los
Matth.
T.
42.