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El Sr. D. Pedro Bustamante tomó tambien la palabra, se estendió con
el
método y la tranquilidad de sus hábitos parlamentarios, sobre los diversos
tópicos que se habian votado, apoyando sucesivamente
ñ
los Srei;. Velazco,
Carve y Revuelta, pero disintiendo en el medio de proceder respecto de la
reprobacion que merecia la actitud asumida por el Gobierno- y proponiendo
que en vez de nombrarse una Comi ion que se acercase al P residente, lo que
presentaba el doble inconveniente de poderse interpretar como una imposmon
y de esponer á la Comision que se nombrase á un desaire, seria preferible
que se hiciera una declaracion pública que suscribiesen todos los ciudadanos.
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D . Juan A. Ramirez puso algunas consideraciones en apoyo del medio
propuesto por el Sr. Revuelta, y por último nosotros (habla el D r. R amirez)
insistimos en la necesidad de aceptarse
y
formularse las diversas indicaciones
que se habiao hecho, adoptando los medios mas dignos, mas sérios y mas en
armooia con el espiritu
y
la sigoific:icioo de aquella reunion popular.
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Dijimos que creiamos de todo punto necesario fo rmular un pensamiento
respecto del grao conflicto que preocupaba al p:.lis, observando que la unifica–
cion de un partido politice es propósito vago y efímero, sino se definen y pro –
claman altos propósitos que sirvan de vinculo de union á todos los ciudadanos.
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R ecordamos que la anarquia que nos enerva y la disolucion que nos anu·
la como partido político, tiene causas graves y profundas que es preciso sub·
sanar para recuperar el vigor de los pasados tiempos y para encon trarnos fuer–
tes y unidos en los conflictos de todo género que se ciernen sobre nuestras
cabezas.
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Esa anarquia y esa disolucion dijimos es el resultado de grandes errores
y de imperdonables prevaricaciones; es
la
consecuencia del falseamiento que
hemos hecho de las instituciones en sus bases fu ndamentales,
~
no volvere–
mos á ser lo que fuimos sino reaccionando contra esas prevaricaciones
y
con–
tra esos errores.
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Dése, agregamos, una base legítima á las situaciones que sostengamos.
rompáse al
fin
con la tradicion ominosa de
lo~
gobiernos personales, impues:
tos por
la
usurpacion y sostenidos por
la
fuerza; dése su lugar á la soberania
del pueblo; rindase culto á las instituciones nacionales, y entonces no habrá
peligro de que los montail.eses de Aparicio y Muniz se conviertan en revolu·
cion, ni de que las intrigas de los Lamas y los Palomeque se conviertan en
Gobiernos en el país y en diplomacia en las relaciones internacionales de la
R epública.
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L uego dijimos que
á
la vez que se formulara un alto propósito para la
solucion definitiva de la contienda en que estamos empeñados, en el sentido
de las declaraciones propuestas por el D r. Velazco, debiamos preocuparnos de
cuestiones palpitantes del presente en que vamos jugando la suerte del paú,
la mu erte como partido político
y
la proscripcioo como ciudadanos.
• Que reconociamos que babia cuestiones gravisimas sobre las cuales debia
manifestarse la reuoion popular en el sentido manifestado por los seil.ores
Carve
y
Revuelta, y que esas cuestiones eran los peligros
á
que la inobe–
diencia de algunos jefes habian dejado espuesto al general Castro con un re