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jo de vecino, pero como no pretendo a–
sustar a mis lectores, comenzaré por afir–
mar q' son casos y cosas de otros tiempos
Ya el diablo no viene por estos andu–
rriales. Entretiénese Dios sabe dónde y
cómo, y ah ora ni para remedio se pre
senta. Quien quisiera conocerlo, tendría
que recurrir a enpolvados infolios o a
borrosas pinturas. Tal es el desuso en
que tia·
~aído
este personaje, que nadie
se ocupa ya en reproducir la ríun estam–
pa que antaño campeaba en todas par–
tes, y sus retratos van siendo tan viejos
como su historia.
· Pero vamos al cuento, y dejemQS a–
parte exordios y disquisiciones.
Hace tres euartos de siglo, Huaraz e–
ra una apacible y monótona población.
Sin telégrafo, sin alumbrado eléctrico y
con éorfeos mensuales
á
la capital de la
República, la vida huarasina tenía algo
de patrialcal.