HUilnCAtiO, SISTeSIS OC SU H ISTORIA
en Chupas, Jaquijahuana y en la captura de Hernández de
Jirón, a quien apresó con su propia mano, como nos dice
Guaman Poma de Ayala; y don Carlos de Apoalaya, Cacique
de Hanan Huanca en
1657,
el que, en
1656,
pre5tó importantes
servicios a España, con dinero, bastim entas y cabalg-aduras.
Aun
má3,
cuando los corsarios infestaban Jos mares durante
el gobierno del Conde de Lemas, don Ca rlos de Apoa!aya "con–
dujo a su costa más de 34 compañías de soldados de leva,
para el socorro de Tierra Firme, Valdivia, Chile y Panamá",
y "financió la expedición comandada por el Corregidor don
Francisco Delzo y Arbisú, en
1683",
para la conquista de los
infieles de las montañas del Ene y Perené. Por estos hechos.
el Duque de la Palata le confiri ó a su hijo Cristóbal el título
de Capitán de Infantería de los naturales. El último descen–
diente de esta ilustre fomilia de nobleza regional indígena,
fué don Juan de Apoa!aya, de profesión Médico, que sirvió a
su Magestad en la marina,
1740- 42.
Durante el largo cacicaz–
go de Jos Apoalaya, estos tuvieron su sede primero en Sicaya
y luego en Chupaca.
(Algunos sostienen que "Ca talina Huanca", dizq;;e "des–
cendiente de in cas y rle Jos Otu Apu r\laya", fu é la dueña y
señora de este valle, y que, por
1712,
distribuyó sus bienes
rústicos entre los indios pobres. Algo más, algui en afirma
que la tal Catalina Huanca fu é nieta de Tupac Yupanqui y
oriu nrla del pueblo de San Jerónimo de Tunán; que existie–
ron dos Catalina Huanca, la. y 2a,-a la usanza de las reinas–
ambas poseedoras de ingentes tesoros.
Cuan curioso es
constatar que estas ideas ele los indios, cuya mentalidad no ha
pa%do aún, por su primitivismo, del período mágico, haya
sido tomado como verdad y como perteneci ente a la h1storia ,
por personas sin escrúpulo, sin mínima dosis de critica y sin
le.:turas. Es verdad qu e existi ó doña Catalina Huanca y de
Centeno,, hija de don Pedro Huanra y de doña María de Centeno,
hermana del famo so héroe de Huarina Capitár; Diego de
Centeno; pero ésta. como lo confirma Herrera, Década VIII,
libro III, fué natural de la Villa Imperial de Potosí. Alto Pení,
y nó de este valle de Jauja, ni menos de Pisco, Cajamarca o
Huánuco, lugares donde también creen qu e nació y moró la
legendaria cacica. Por otra parte. en el caso de que la leyen·
da se r efiriese a Catalina Huanca y de Centeno, ésta no podía
ser remensuradora de tierras, porque tal carg-o solamente
era
desemp~ñado
por un español,
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