vida
y
de actiYioad eran completamente
embrionarias e inherentes a las de los
tro–
gloditas,
quienes moraban en las quiebras
o en las cuevas que el terreno les propor–
cionaba para su abrigo o protección. Al co–
mienzo de este período, llevaban una vida
indep·endiente y nómada; mas, a su fina–
lización, llegaron a la
patriarcal
v
teocrá–
tica.
Su existencia se basa en los mitos y
fábulas de la antigüedad, aun subsistentes
en los relatos y tradiciones aimaras.
El Período Prototiwanaku,
se caracteri–
za por la transformación de los
aillus
o tri–
bus en entidades político-religiosas, por lo
embrionario de su cultura y de sus construc–
ciones, hechas de material poco resistente
(arenisco, calcáreo y asperón rojo o blan–
co), apropiado para ser trabajado con
herramientas rudimentarias, como sílex y
otras piedras duras. Sus edificaciones con–
sisten en pequeñas viviendas cuadrangula–
res, de dimensiones muy reducidas, traba–
jadas sobre y debajo del suelo; se encuen–
tran completamente ·en ruinas o cubiertas
por tierra de aluvión y sedimento. Dentro
y
en los alrededores de dichas obras se
hallan algunas
repre~entaciones
realistas
de cahezas, bustos
y
figuras antropomórfi–
cas groseramente labradas en piedras de
escasa consistencia; así como de animales,
estilizados o realísticamente ejecutados ( fi–
gura 13). Algunos de estos ejemplares po–
seen -en una sola pieza- dos, cuatro y
seis caras humanas cinceladas ( fig. 14).
Entre éstas, existe una cabeza escultórica
toscamente esculpida en piedra calcárea, de
gran valor arqueológico entre las última–
mente descubiertas, pues constituye un do–
cumento palpablemente probatorio de que
los escultores de este período fueron los
antepasados de los de la
Época del Apogeo.
Esto se descubre claramente al comparar
las dos cabezas humanas reproducidas en
la ( fig. 15 a) y en las de los pumas ( figu–
ra 15 b) en las cuales se trasluce que la
idea, la composición y el plasmado obede–
cen a los mismos principios. Lo cual evi–
dencia que los escultores de ambas obras
18
pertenecieron a una misma raza, aunque
separada por milenios.
Asimismo, se ·encuentran fragmentos de
alfarería simple. con incisiones sencillas o
coloreadas
y
hasta con pictografías de uno,
dos y tres colores, sin esmalte alguno; tam–
bién existen morteros, hachas, piedras bo–
leadoras y arrojadizas, puntas
ele
flecha
y
de dardo del tipo paleolítico.
Época Evolutiva de Tiwanaku.
El co–
mienzo de esta época se distingue por el
progreso en la cultura social, política y
religiosa, por el mejoramiento en el labra–
do de la piedra, por la mayor resistencia
d-el material empleado en sus construccio–
nes (rocas basálticas, cuarzosas, silíceas y
areniscas, y el asperón rojo), que era lle–
vado del
Kenachata.
Estas edificaciones son
de dimensiones enormes y técnicamente
ejecutadas, como los fundamentos del gran
cerro artificial
Akapana,
cuya base tiene
una superficie de 32.000 m
2
;
la ciclópea
escalinata construída con bloques monolí–
ticos de asperón rojo, que mide 8,20 m. de
ancho ( fig. 20) ; las pilastras y los cimien–
tos del monumental Palacio de
Kalasasaya,
el cual mid·e 135 x 118 m.; el edificio sub–
terráneo con incrustaciones de cabezas or–
namentales ( fig. 18); los bustos estatuarios
del atrio de la iglesia de Tiwanaku, adonde
fueron trasladados posteriormente ( fig. 16) _
Al final de esta época y ·en los comienzos
de la siguiente, aparece el metal de extra–
ordinaria dureza llamado
champi,
equiva–
lente al bronce. El material lítico emplea–
do
·m
sus construcciones es de
gr~n
consis–
tencia: roca traquítica, con chispas de ob–
sidiana, procedente de la lava andesítica
del volcán apagado
Kjappia,
situado en las
inmediaciones de Yunguyo (Perú). Esta
ciudad -en la Época Glacial- estuvo a
orillas del Lago Sagrado; pero, debido al
descenso de las aguas, dejó de ser lacustre.
Desde allí eran trasportados los enormes
bloques de traquita -en grandes embarca–
ciones- hasta los muelles de la Metrópoli
Prehistórica, distantes 80 km., donde s·e los
labraba con las nuevas herramientas metá-