Facsímil de la renuncia del obispo La Santa después de la revolución de julio de 1809.
puedo cortar, de los muchachos que persi–
guen al padrino pidiéndole dinero". Pero
un soldado llega en ese instante, gritando a
voces: "Vaya por Dios vuestra señoría ilus–
trísima a la plaza, porque están matando,
y a ver si consigue aquietar esa gente".
Sale el Obispo
y
trata de dispersar a la mu-
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e e um re; .
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miOs, separaos e aqm
y venid conmigo". Le contesta la gritería:
¡Muera el mal gob¡.erno! ¡Mueran los trai–
dores! El Obispo ordena que cese el repi–
que de campanas, pero
el
pueblo replica:
"No cesarán las campanas, porque para eso
estamos aquí". Finalmente, el Prelado se
dirige a su palacio. El Gobernador-Inten–
dente quería dirigirse al cuartel; pero como
ya nada puede hacer, no tiehe otro recurso
que tomar el mismo camino que el Obispo.
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