fluencia por los principales centros de la
provincia. Carabuco es uno de los pueblos
más antiguos, pues cuando los conquista–
dores irrumpieron por esos dominios, ya
se habló de una existencia de 1.500 años
La iglesia
y
la plaza de Italaque, en día de mercado.
antes. Quedan algunas cuevas donde mo–
raba Makuri, jefe de los _antiquísimos ai–
maras. Allí está, también, el cerro de San
Bartolomé, donde se sostiene que habitó
Tunupa, el extraño personaje de la Cruz
de Carabuco. Antiguamente, el pueblo es–
tuvo situado en el cerro Quescapa, que hoy
se conoce con el nombre de
Pucara-pata.
En Escoma, todavía se encuentran restos
de los famosos túmulos-pucaras, que tu-
La iglesia de Carabuco, declarada Monumento Nacional
por las valiosas obras de arte que posee en su interior.
vieron fines religiosos y militares, así co–
mo un renombrado
chullpar.
Huaychu ya fué célebre durante la con–
quista de los incas. En sus contornos se
libraron feroces combates entre
Kollas
e
Incas,
habiendo sido derrotados los pri–
meros.
A
las cinco leguas de Mocomoco, en
unas prominencias, se hallan restos de nu–
merosas chullpas del tipo de las de Esco–
ma. El lugar se llama
Huarcamarca.
TRADICIONES,
LEYENDAS Y SUPERSTIOONES
Algún autor afirma que las religiones no
son sino resultado del miedo. Los pueblos
primitivos, antes de discriminar con facul–
tades razonadoras, buscando las causas de
los fenómenos propios de la naturaleza,
concibieron en su
ment~
una serie de per–
sonajes míticos que, tomando la aparien–
cia de astros, vientos, truenos, rayos, etc.,
castigaban o protegían a los hombres. A
pesar de que la catequización cristiana,
desde hace 400 años, trató de desarraigar
el culto panteísta, no ha conseguido cam–
biar las creencias que, como en tiempos
del lncario, se conservan precisas. Parece
que el indígena hubiera admitido por su–
misión la nueva religión cristiana pero, en
el fondo, sigue creyendo en sus dioses:
Wiracocha,
lnti,
Pachamama,
a quienes
rinde culto fervoroso. Los
Achachilas,
o
sean mQntañas, peñas, cuevas y ríos donde
habitan estas divinidades, son igualmente
venerados. La
Pachamama:
el mito de la
tierra, la madre tierra, es saludada con las
primeras gotas de sus libaciones. Cuando
se tramonta las abras, hay que saludar
persignándose, en una mezcla de rito cris–
tiano e incásico, al
Achachila,
qu~
todo
lo ve.
Todas las rocas que tienen alguna seme–
janza con animales, son miradas con pro–
fundo respeto, pues se las considera como
los propios animales convertidos en pie-
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