LA
EMA~CIPACióN
Tales circunstancias necesariamente han
tenido que influir para que esta zona sea
el escenario de algunos episodios del glo–
rioso movimiento emancipador del año
1809, al cual contribuyó con algunos de
sus mejores hombres. Así, tenemos prime–
ro el caso del gran caudillo Pedro Domin–
go 1\jurillo que pasó su niñez en los límites
del Yungas colonial (Suri) , y hacia 1778,
se trasladó a Irupana para vivir al lado de
sus padres e iniciarse en la carrera militar,
tomando el uniforme de las milicias realis–
tas que se encontraban de guarnició_n en
dicho pueblo.
La contribución de estas provincias a la
·obra de la libertad, está testimoniada por
la heroica actuación de los yungueños Gre–
gorio y Victorio García Lanza, siendo este
último quien redactó la famosa proclama
revolucionaria del 16 de julio de 1809. · Al
suírir su primer fracaso, en Chacaltaya, los
patriotas se retiraron a los Yungas, hacien-
. do de ellos el teatro de su resistencia a la
opresión.
Destituído por la Revolución el Jefe del
clero paceño,· obispo Remigio La Santa, se
trasladó de inmediato al valle para reclutar
adherentes a la monarquía entre los espa–
ñoles que habían establecido el monopolio
de la coca y los que explotaban las minas
de Loaiza, Inquisivi y Yungas, logrando for-
Una vista de Tiquimpaya, en Ocohaya.
mar así recios batallones que situaron su
cuartel general en Irupana.
Tras éstos fué Victorio Lanza con una
fracción de patriotas, recibiendo en la cam–
piña algunos refuerzos mal armados. Pre–
sentó batalla al obispo La Santa en dicho
pueblo ( 25 de octubre), y fué rechazado
"después de un combate de nueve horas en
que quedaron trescientas bajas pa-triotas". El
mismo día tenía lugar, en La Paz, el pri–
mer desastre de Chacaltaya.
El vencedor de Chacaltaya, Goyeneche,
envió desde La Paz al capitán Domingo
·Tristán, con nuevas tropas y dos cañones,
para la persecución de los jefes patriotas
prófugos. Cogidos varios de ellos en Nor
Yungas, correspondió únicamente a José
Gabriel Castro proseguir la retirada hacia
Sud Yungas, sin atender a las,notificaciones
de los realistas para que depongan las ar–
mas, pues respondíales: "he de rendirlas
con la muerte antes que entregarlas", mien–
tras a Victorio Lanza, que lo es-peraba cer–
ca de Irupana, después de ,su derrota, lo
estimulaba con frases como éstas: "nuestras
vidas se hallan vendidas, pero habiendo
constancia nada debemos temer ... "
Castro, con ,las tropas reunidas en su ca–
mino de retirada, más los campesinos que
el indígena Francisco Catari alistó en la
jurisdicción Chulumani, pudo enfrentar a su
iníatigable perseguidor, Tristán, en la loma
de
Caturi,
próxima al pueblecito de Ocaba–
ya, donde fué derrotado el 7 de noviembre.
Entonces, los dispersos de
Caturi
y las tro–
pas de Lanza, rechazadas pocos días antes
en lrupana, se juntaron en
Chicaloma
para
afrontar la acción decisiva y, juzgándola
dudosa, tuvieron el cuidado de esconder
la íortuna colectada para financiar la rebe–
lión. Precaución no vana, pues en el recio
combate librado en Chicaloma ( 11 de no–
viembre), quedaron triunfadm:as las armas
realistas, obligando a la postrer dispersión
de los patriotas. Ahí murió ,un buen lucha–
dor llamado Iriarte, junto a numerosa tropa,
cuyos restos es posible ver ahora mismo en
lo que fué campo de batalla.
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