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-11-

dad i la grandeza de estos pue–

·bJl'·::>s que se d:rcen libres? ....

¿O

a qué

le llama

e'l

hombre

Libertad?

51

despoti[mi

del fusil, es

más terrible que el de 'la Maka–

na;

i .la libertad

del hombre

hambriento

i continuamente a–

sesinado

por reclamar

un pan

para sus hambres, no glorifica–

rá jamáe. la Libertad.

Al menos en el Imperio na–

die moría de hambre: i lo que

busca el hombre, antt:s i después

de todo, es la - comodidad

i

el

bienestar; i. a

meno(~

que sea un

soñador, llena la despensa esto–

macal, sus

violentas clarinadas

de protesta

se trasforman

en

gruñidos de la más vit confor–

~idad.

·

Bien auscultado,

el faburo–

so Imperio, tiene excelencias que

bien pudieran

servir de plinto

a una monumental

cultura que

haga trea!lidald

la. lhe11mandá,

i

por tanto la felicidad humana.

El gobierno

de ;Jos lnkas

fue un gobierno

semibárbaro al

decir de muchos '.'sabios" . . .. .

Pero a qué l1lamamos la barba-

.

)

ne . .. ..

Claro está que el gobierno

inkaic

0

no fue un gobierno civi–

l!izado,

a la

u~anza

europea, a

lo menos

de ese

entonces: se

había

.suprimido el

odio, ese

funesto rencor

del hombre por

el hombre que ·en todo el mun–

do nos hace

aparecer como la

Bestia feroz "civilizada": se ha–

bían suprimido las lluchas de re–

ligión i de fronteras: esaSI terri–

bles guerras de destruccción i de

matanza que ilustra:n las páginas

de la

Hi~toria

de

~

Civilización

del Musdo, con sus guerras de

Cruzadas,

su Santa Inquisición;

su~·

bombas destructoras de pue–

blos indefensos.

1

aún sus gue–

rras de conquistaa i sus represión

contra· 'los levantamientos, tenían

como fin

preconcebido, dar a

los pueblos una fellicidad que en

su concepto no gozaban.

De ahí que

ese gobierno

'cemibárbaro", miraba con pa–

ternal mirada

a todos

lios

pue–

blos del Imperio.

Amaban los lnkas ser pia–

dosos

i misericordiosos,

'C;omo

el Sol su Padre

••que llOSl envió

r .ara sembrar

el bien entre los

hombres'',

1

es

así cómo,

9i dieron

preferencia, en todos !los traba–

jos, a

~anto

se relacionab con

el

Sol oQr fer

considerado co–

mo el Dios común i Padre de la

Raza, se continuaba con las tie–

rra:s i los trabajos

de

l a

gente,

dando preferencia a

~oft

huérfa–

nos

i

viudas,

a

todos aquellos

que físicamente

no podían tra–

bajar; i entonces los Púñuc rucu,

que se habían envejecido hasta

volverse

ya inservibller.,

i los

tanta rakízic

'hasta los mofoc

capanc, que

aún

necesitaban

dallles de comer, tenían el am–

paro

de .los jóvenes

i de los

hombres fuertes;

a t!pirac10n so·

cial que aún

hoi con .los asilos

i

la~

cunas, no pasan de mal

cl:–

.simulada cáridad.

La

~abia

poLítica

de los

Emperadores lnkas,

!llenaba los

graneros imperiaJes

hasta para

acorrer a los pueblos en dellgra–

cia; los pueblos

destruídos por