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NOTA PRELIMINAR

El acervo musical sudamericano es inagotable, y sus motivos abarcan

una variedad tan considemble, que constituye una ·verdadem rique.za,

como la de los metales preciosos que los Andes en ciena.n en sus dilatadas

entmfías.

Pero, donde la música germinó

)'

se desan-olló en una flomción

bellísima y pet-{ecta, fué al abTigo solicito del antiguo pueblo incaico,

de cuyo espítitu, plasmado en el arte, se nut?·ió la música, tanto en su

forma vocal como en la instrumental, hasta tomm· esa vigomsa exp1·esión

en múltiples matices r¡ue, atmvesando siglos y burlando innúmems

dificultades, hoy mismo se manifiesta ante la admimción

y

elogio de1

académicamente refinado arte europeo.

Gracias a la exjJansión política del ImjJerio de los Incas, que, por

poco, no alcanzó a aba1·car todo el Continente Sudame1·icano, la vil-tud

de aquella música, exubeumte de armonías a1Tobadoras, infiltróse pro–

fundamente en la natumleza de los pueblos sucesivamente conquista–

dos

POT

los Hijos del Sol. De esta manera las provincias del Norte

argentino, que, bajo

la acción del Empemdor Inca Yu.panqu.i, se

incorporaron a la gran comunidad incaica, tomaron

com~

suya el alma

de dicho pueblo, es decir, la música que, desd e entonces, iden tificó no

solamente el arte, sino la psicología popular de las naciones llamadas

hoy Perú y Argentina, amén de las otms 1·epúblicas, como Bolivia, Chile

y

Ecuador, que antes integmmn tambien el impeTio tahuantinsu.yano.

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