severaron con don Francisco Pizarro, como en su lugar
diremos; Antón Ruiz, Juan de Salas, hermano del Arzo–
bispo de Sevilla, e Inquisidor general, Valdez de Salas,
sin otros, de que no me acuerdo; todos eran señores de
vasallos que t enían repartimiento de indios de los se–
gundos conquistadores del Perú. Sin éstos vivían en
aquel sitio otros muchos españoles, que no tenían indios.
En una de aquellas casas se fundó el convento del divino
Augustino, después que yo salí de aquella ciudad. Lla–
mamos conquistador de los primeros, a cualquiera de los
ciento sesenta españoles que se hallaron con don Fran–
cisco Pizarra en la prisión de Atawallpa; y los segundos
son los que entraron con don Diego de Almagro, y los
que f ueron con don Pedro de Alvarado, que todos en–
traron casi juntos; a todos éstos dieron nombre de con–
quistadores del Perú, y no a más, y los segundos honraban
mucho a los primeros, aunque algunos fuesen de menos
cantidad, y de menos calidad que ellos, porque fueron
primeros.
Volviendo a lo alto de la calle de San Agustín, para
entrar más adentro en la ciudad, decimos que en lo alto
de ella está el convento de San ta Clara. Aquellas casas
fueron primero de Alonso Díaz, yerno del Gobernador
Pedro Arias de A vila. A mano derecha del convento
hay muchas casas españolas, entre ellas estaban las de
Francisco de Barrientos, que después fueron de Juan
Alvarez Maldonado. A mano derecha de ellas están
las que fueron de Hernando Bachicao, y después de Juan
Alonso Palomino: de frente de ellas al Mediodí a están
las casas episcopales, las cuales fueron antes de Juan
Balsa, y luego fueron de Francisco de Villacastín. Luego
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