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Ant'es <{e
q~,e
desaparezcan para siempre el criollismo del
lengu~je
y el crrollismo de las costumbres -ramas principalísi–
m,ás <{el -folklore nacional- creo un deber ineludible de buen
peruano, perennizar en las páginas de ·,un ,·Hbro algo. de lo qué
recuerdo haber visto y oído ..en diversas regiones del país, ha–
deri,do
USO
de Jos Y-ojos
~e
Ver" y ae }os : 'oídos de oír" que ge–
nerosamente me ha reconocido Jorge Basadre, el infatigable,
a~
•cuciqso e inteligente
Directo~
de la Biblioteca Nacional.
No tengo
pa~ienda
para señall\r uno por uno los moti–
vos que han originado la casi total Clesaparidón de anta curiosa
costumbre, y de tanto donoso dicharacho, que junto con la
mú–
sica recogida por Alomía., Robles, formaban la médula del fol–
klore peruano. Será suficiente decir que muchos elementos del
moa·erno . prqgreso, tienen la culpa de esa desgracia continental:
Ja luz eléctrica, reemplazando a] poético candil que se apagaba
a cada niome!lto, acabó con la pintoresca institución de las pe•
nas y los aparecidos, y con los relatos en los que campeaban
viu~
das fantasmagóricas, frailes sin cabeza y
procesiones de áni–
mas. El camión desplaz9 a la arriería y con
~lla,
a las truculentas
narraciones de bandolerol¡!
musita~as
al amor de la fogata en las
pasc~nas.
La Clínica y el Sanatorio hicieron desaparecer el can–
chón qonde el C1Jrandero, reunía a los dañados para enyerbarlos
con la Sjmoré\ o
el San Pedro de .Siete Vientos.. Los A.taramas
y Franks Leos científicos, hicieron olvidar al brujo de Lamba–
yeque o de Cachiche que leía el porvenir en el agua de una ba–
tea. El profesor de fox, tango o rumba, hizo dar al traste con- la
zamacueca, la marinera y el tondero cimarrón. La milonga y la
ranchera, se impusieron al valse criollo y a la polka
b~j opontina
...
Por o.tra , parte, el automóvil corriendo más ligero
q·~e
el
plazo de un Pagaré, y el algodonal suplantando al alfalfar, ma–
taron al caballo coq montura de cajón, estribos de sauce canto-
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