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D .E
L O S
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estaba tan cambiado, cu-enta
~1
cronista, que
los
habitan.;.
tes no lo re·conocieron (
1) . •
No · exiS~e,
a .decir verdad,
·une~
fija de
demarcación.en–
tre las zonas: la sierra
·comienz~
allá donde
e~.
la
lluvi~.
y
la montaña allá donde ·c-rece la. selva;
·<;~e
hecho, uno se
d.a cuenta del paso <le' la costa a la sierra por
el
ca·mbio
de los
tetados, planos en la primera,
inclinado~
· en·
la
segunda
(~).
1
· Como se ve) la
caract~risti~
de toda esta parte de
la · ·
América del Sur
-es
e1 enclaustramiento.
Las
regiopes· habi–
tabl·es están alej
Mlas
unas de otras
y '
separadas .
a
menudo
por .obstáculos ·difíciles de franquear. Son. éstas condiciones
contrarias al . establecimiento de · un Estado unificado
y
favo-rable
o
Y.
al :con.s·ervantismo social.
Se
,
1
1
-
o
.a
n
podido na-
P d
o
pr9Ciu üse migraciones
an podido ejer–
~-....-..;:r
..
·e der cómo P'!ldo
Detengá~onós
sobra la altiplani·cie que fué el centro de
este imperio. Encontramos en ella, según la ·altura, · valles
· (bolsones, .cabeceras, quebradas) de cUma templado
y
exten–
siones ·fría.s: la puna. Más arriba d·e los 4.500 m.,
la
puna brava
se
remonta estéril hasta las
n~eves
eternas.
Así, fuera de los am•enos vanes diseminados aquí
y
allá,
la meseta ofrece el espectáculo más
co~moYedpr
y
más ·
de.Solado que pueda concebirse.
Hac.iael Norte
y
ha-
..eia ·el Sur se extiende, hasta el
infinito, un océano de
hierbas
raquitic.as, entrecortado por
col~das
de
l~va
en:.
triada
y
sembrado de piedras arroj a:das por los volcanes.
.
.
(1)
Gutiérrez
de
Santa Clara, "Historia de
las
gue~ras
civiles del
PeTú",
t.
3.
ea~.
58 .
-
(2)
Ma.rtinet,
"L'agrtcu.lture au Pérou",
Par1s, 1878, p. 8.
.
-69-
..