génesis, en la índole de la lengua española, constituya por su fisonomía o por sn
contexto una modalidad o modificación, una variante semántica, lexicológica .o ideo–
lógica, una nueva forma de la lengua misma; pero una variante o una forma pe–
culiares de la América española, reservadas al uso de esta porción del Nuevo
Mundo, que han 'tenido origen en este Continente o que, aun cuando sin haberlo te–
nido aquí, nos pertenecen por el derecho de uso común_exclusivo, por lo menos
ca.siexclusivo, y porque de tal suerte se han perdido para el solar natío, que sólo se
conservan en América.
El americanisrno, por tanto, ha de est ar en todo caso vinculado con la lengua
castellana; quiere decir que debe tener fisonomía española, ora por su forma lexi–
cográfica; ora por su índole lingüística, intrínseca o extrínseca. Quiere decir, del
mismo modo, que aquellos términos, en particular los indigenismos o expresiones
vernáculas, si bien incorporados a la lengLia castellana, no son propiamente ameri–
canismos en tanto no estén castellanizados; pero forman parte, de todas maneras,
del léxico, del acervo de dicciones del habla española en América.
Un vocablo puede haber nacido dondequiera,
y
estar en uso hoy solamente en
América; otro puede haber nacido. en América,
y
aun perdido aquí, ser usual en
otros lugares. Uno y otro serán arnericanismos, en consecuencia de lo
dicho~
Una
voz que nació quién sabe dónde, que lo mismo se usa aquí que en
E'sp~ña;
pero que
en América
tien~
acepciones distintas que allá,
O'
distinta grafía, o distinta fonéti-
1_ca, es también un americanismo '.
no
impb1~ta
que ella sea castizamente española.
Hecha la anterior explanación conceptiva, queda·, a mi parecer, automáticamen–
te justificado por .qué adopté para este libro la denominación de D1cc10NARIQ GE–
NERAL DE AMERICANISMÓS. Evitando exageraciones que, aün por caminos opues–
tos, condt:1cen acaso a extravíos igualmente censurables, no me ciño al criterio rigd-
. rístico
d~
lexicógrafos que
p1~etenden
reducir el sector de los americanismos a la
selección, ya no discreta sino intolerante, de aquellos girbs
y
vocablos que pertene- '
ciendo por derecho propio al uso americano, ni han nacido ni se han usado en el
solar europeo de nuestra lengua madre; ni acepto tampoco la manga ancna de ad–
judicar a todo vocablo propiamente castellano -un neologismo, pongamos por ca.–
so- el dictado
de
americanismo, solamente porque se use en América y no en E s–
paña, o porque lo haya creado un escritor americano. No quiero, por este capítu-
. lo , estar " a un paso de llamar americano al español, porque se habla en Améri–
c.a", parodiando la frase del genial Arturo Costa Alvarez, en su juicio acerca de
alguna obra de estimadísimo autor argentino. Paréceme que esto
equiv~le
a tanto
como la tendencia de . los norteamericano3, dando en llamar "american" a todo lo
que se refiere a su país solamente, a Estados Unidos de Norte América, como si
Estados Unidos de Norte América fueran toda la América , o como si todos los
demás países del Contin.ente y sus habitantes no existiéramos o estuviésemos pros–
critos- del concierto del Nuevo Mundo. De tal guisa, que si un día, supongamos,
ese país de Norte América desapareciera del mapa, el último de sus habitantes nos
diría como el gallego de buen humor del cuento: "adiós, América, te quedas sm
gente".
No puede decirse tampoco que haya voces
exch~sivas
de determinada reg1on o
de tal sitio. A menudo se advierte, con no poca sorpresa, qtÍe un vocablo provincial
de Tabasco , muy usual en este distrito de la América, que un mejicano, tabasque-
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