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ño como yo, no lo ha ·oído en ninguna

o~ra

parte del país, en Méjico, viene encon–

trándoselo e.n la ,Argentina,

verbi· gratia,

o en cierta región especial de éste u otro

país. El

v~rbo

luyir

o

lullir,

nada menos, ni lo· he oído en otro lugar de Méjico

ni lo he encontrado en ningún · vocabulario ·provincial de la Am¿ric;a, que no sea en

CaJamarqueñi1·nios .

por Lafone. Se ve, pues, cómo un vocablo, por insólito que _sea,

o por la misma ra.zón de serlo, puede

cd~xistir

en dos lugares -tan apartados como

de

llll

extremo a otro· del Continente. De esta observación proviene la reserva que

el

lexicólogo debe tener, no fijando áreas de dispersión geográfica ni límites in–

franqueables a lo's

v~cablos,

porque los vocablos son invasores por simple de·recho

d.e ocupación,

y

aun casi por efecto de irresponsable trasporte; de modo que pue–

de hallárseles como huéspedes, o corno hijos adoptivos, en cualquier país vecino a

.aquel del cual ·son oriundos, y en ocasiones , como sucede con el que acabo de ,citar,

va uno a darse con ellos en lugares distantes, rriuy distantes, del lugar de su origen,

o del que por lo menos uno cree que es d = su origen, porque solamente allí lo ha

oído.

Otra cosa de buena prudencia se

pued~

advertir, a saber: que no debe atribuírse

localización exclusiva ·a una voz provincial por el h.echo de no hallársela en los vo-

.cabularios de ninguna otra parte que

aqu~lla

en donde uno Ja conoce. Así corno

pasa con la voz

lullir

o

-luyir,

que he citado,

pu~de

suceder con cualquiera otra. Si

los vocabularios nacionales no la c;onsignan, puede c.onsignarla algún vocabulario re–

gional, o enteramente local.

La razón de esto es muy sencilla . Las desviaciones, alteraciones o corrupciones

de la lengua castiza, no pueden, atribuírse a determinada rama ; sección o

fragm~n-to de la población indohispana, porque, habiendo corno hay, unidad de raza

y

de

lengua en todos los países de habla española en la América, es permitido suponer

.en buena lógica, que las causas, los motivos o las razones de alteración sean.las mis–

mas, o, cuando menos, análogas entre sí, afines en lo general, aun cuando distintas

y diversas en lo particular.

.Esta generalización puede alcanzar a la España misma, pues en la mayor parte

de los casos, hasta cuando creemos estar frente a \m p,rpvincialismo raro, confinado

a nuestro entender en un rincón desconocido, en donde

-~e.

cree que nació y en donde

ha vegetado de por vida; aun en este caso se encuentra un'o con que el vocablo se–

dentarista es un emigrado, o un refogiado (como ahora está de moda decir), un

emigrarite que por centurias se estacionó

y

echó raíces en el lüga rej o en donde viv:e

hoy todavía. Traigamos a ·cuento

el

epíteto

arrecho,

tan peculiar de Tabasco / tan

único en su significación expresiva y arreglada a su etimología. Pues

'arrecho

es

un caso de evolución semántica curiosísima.

.1 rrecho

medra y prospera en una sola

provincia española , en Álav·a, casi con

el

mismo significado que en Tabasco. Lo

hallamos además en otros muy pocos lugar es de la Améri ca, aunque con valor algo

distinto. En suma: que el vocablo ha evDlucionado en su desarrollo semántico; pe–

ro que pervive en varias regiones dte la América y de España misma, aun perdi·do

para la Academia por años

y

años, hasta que en su última edición del Diccionario .

(XVI),

vino a encontrárselo como anticuado, en Álava,

Bl.J~gos

y Soria. No tenga–

mos, pues, por artículo de fe la afirme.ción de que este o aquel vocablos sean ex–

clusivos,. peculi<;ires de un lugar, tan peculiares como para no poder aceptar que

sean~

vecinos o buenos hijos también de

cua~quier otr~

sitio, ·así séa éste muy distan-

_XI

.r