JO$ MARIA ARGUEDAS
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caminos, para volver a sus casas, y tambien ellos a . esa hora can•
tan,
y
tocan quena o charango en los caminos que cruzan los mai–
zales
y
los montes de tantar
y
retama, cantan, entre hombres Y
mujeres; mientras, el amarillo de la luz crepuscular sigue rebo–
tando sobre las piedras,
y
tine el hondo, el hondo del cielo -; •.
En los meses de invierno, las lornas altas, las faldas de
los cerros, toman el color del pasto seco; en las hondonadas
Y
en la base de los cerros, los arbustos moribundos se ven como
grandes manchas negras. Casi toda la quebrada es oscura o blan•
quizca: hojas negras d arbustos, o pasto seco, hierba muerta.
Solo en las orillas de los riachuelos
y
del rio grande se ve el ver•
de alegre de las sembrios, de los alfalfares, de los molles fron–
dosos
y
de las retamales.
La quebrada, al amanecer, se ilumina de luz debil;
el
sol
se levanta ligero, sobre un cielo casi siempre
desp~jado
y claro.
Sopla un viento suave en todas partes,
y
los animales caminan,
alegremente, en el campo. Al rnedio dia, el sol ardiente cae so–
bre la tierra seca; los rayos de luz blanca parece que danzan en
el cielo. A esa hara, todo en la quebrada guarda silencio; los
arboles casi no tienen sombra; el sol cae recto y entra a todas
partes; los animales se juntan baj o los retarnales, baj o los molles,
en las aguadas, y esperan que el sol baje. En el cielo azul, terso,
alto, se redondean las nubes
y
se ponen mas blancas. Los
pa–
jaros caminan sobre la hierba seca, buscando semillas; las torca·
zas, las tuyas, los k' entis, se ocultan bajo la sombra de los mon–
tes, en los riachuelos: las quebradas llenas de piedras blancas
y
de arena despiertan sed y hambre; las hierbas se asan y esparcen
en el campo un olor fuerte.
Cuando el sol declina, soplan, recien, los vientos en la
quebrada; pero, a veces, el viento llega como tromba, hace re–
molino en las pampas resecas, en los caminos,
y
el polvo se le–
vanta en toda partes
y
sube al cielo. Pero cuando el sol decli.
na, los campos se refrescan salen las animales a buscar pasto; las
tuyas, las torcazas, los killinchos, todas las aves de la quebrada
vuelan con animo, se reparten en todas direcciones, se trasladan,
de chacra a chacra, en busca de granos
y
de presa. A esa hora, los
comuneros tambien arrecian el trabajo; las mayordomos rezondran
a lo peones; los principal es, los dueiios, recorren sus tierras, vigi–
lando, viendo, calculando. Los arboles se mecen con el viento.
Y
la quebrada parece como que otra vez amaneciera.