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YAWAR FIESTA
acequias corre un torrente turbio y bullanguero que llega hasta el
rio grande como un hilillo oscuro y pequefio. Al atardecer, des–
pues que el sol ha caido, el filo de estas montafias se ve en
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cielo, como - un lomo ondulado, parecido a las cumbres de
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cerros de arena de la costa.
Al otro lado, al frente, por la region de la verdadera sie"
rra, la tierra esta rajada por otras
q~ebradas
hondas; y en todas
partes se ven cerros puntiagudos cuyas faldas bruscas caen sobre
pampas
y
lomadas, o mueren en el rio grande. Cerros
y
q~bra·
das en todos lados;
y
en el hondo de las quebradas, torrentes que
se avientan, cantando, de pefia en pefia. Esa es la region de los
caserios, de los pueblos, de las chukllas, de los sembrios, de la
verdadera alegria. A ese lado esta Puquio.
Pero de Kondorsenk' a no se ve Puquio; el cerro Sillana·
yok' avanza desde la puna, avanza como una barrera hasta la ori·
Ila del rio grande
y
tapa al pueblo. Por encima de Sillanayok"
apenas se divisa algunas chacras en el alto de los cerros que ro·
dean al pueblo.
Entre montes de retama
y
sauce serpentea el rio grande.
Por trechos el rio es espumoso, blanco, el agua se despefia sobre
las piedras negras,
y
desde el alto, parece una cinta ancha que se
rnoviera hacia abajo. Pero en los remansos el agua es azul, en los
remansos el agua del rio refleja la luz, y parece un espeJO entre
las flores amarillas de los retamales.
'
En los meses de lluvias, cuando la quebrada esta cubier·
ta de arboles, de hierba
y
de sembrio verde
y
joven; cuando las
flores silvest;es de todos colores tifien la cumbre de los cerros en
unos sitios,
~n
otros los falderios
y .
la orilla de los caminos; en
esos dias, por la mafiana, bajo el cielo limpio, las torcazas, las
tuyas, los jilgueros, los killinchos, los k' entis se baiian
alegremert~
te en la fresca luz de la quebrada, se bafian en la luz, revolotean
en el aire, y cantan, todos
canta~.
El verde de las hierbas, de los
arbolcs, , de los maizales, de todos los sem.brfos, parece brillar;
las
fl
ores silvestres encienden sus colores;
y
los riachuelos que
bajan desdc las cumbres cantan sobre las pefias con su agua blM·
ca. Al atardecer, en los dias que no llueve, la luz del sol ilumi·
na el
ca~po;
en la quebrada, la luz del sol toma cuerpo, se vc,
se ·queda sola en el cielo, porque las tuyas, los jilgucros
y
la1
torcazas se van a cantar a los montes; el amarillo de- la luz
'a•
tiendc sobre los sembrios; eritonces los
comun~r-~s·
salen a . IOs