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al ,pie
del Santuario,
uno~
cuantos
de
Pisac, los
Jesceúdientes
y
amigos
de
la familia
Quispe
y
los
escasos moradores de Sondar, Palpacalla,
Vilcar y
lJchu1nuca.
Los
habitantes de la finca de Huanca
se reducían
a
dos o tres fainilias
y
nada
más.
De todos modos, estas reducidas visitas al Se–
ñor de Huanca para aquellos tiempos era mucho:
.de n1anera que no puede tildarse de exageración
lo
que
dice el
libro 29 de J)rovincia, en la
página
80 y siguiente, de nnestro archivo del Cuzco, sino
por
el
contrario,
tuvo mucho 1·azón
al
decir
''8an–
tqario
que desde
tien1po i11n1en1oria!
se
continua
.
l
d
d
.,,
s111 a
1nenor
eca cnc1a
.
En cuanto a
la
frase
"tiempo in111emorial'',
puede
muy
bien
aplicarse, en
:Íi>rma
fi
gurada, a unlapso de
t1en1po
de casi n1edio siglo
suponien.doque)as visitas al lugar de las aparici
ones empeza–ron al año siguiente de la pri1nera aparición,
1676,
cuando Huanca esta19a eu poder del
P.
I-Ierrera
y
se aurnentaron después qlíle los Mercedarios encar–
garon pintar la sagrada in1agen.
· Nada se opone pues con la tradición referente
a la
últñma
aparición del Señor a
Valero
en Huan–
ca. La existencia de
tun1bo~
y
enredaderas alre–
dedor
de
la
roca nada tiene de particular.
.
Desierta
y
en estado casi de abandono como
estaría la 1nodesta choza que guardaba la sagra–
da
pintnra
9
es de suponer que las avecitas
ha–
rian en su techo -y aun en su interior sus nidos
y
las
enredaderas
y
malezas silvestres crecerían en
su conto.rno
y
treparían por los palos que
soste..
nian
la
techu1nbre
y
por las aberturas
ele 1a
n1is1na
Roca, cayendo por delante
y
cubriendo la
Imagen.
¿No ven1os acaso en nuestros 111isn1os días,
te1nplos, no deci111os en despoblados sino aun en
ciudade~
que solo se abren una o dos Vdc_es al año,
·
para ren¿ir culto_a algnna imagen célebre ,
d0 11 c~~ crecen en su
interior
las
ye r bas
y
las
trepadorú s