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,
d ·~
Herrera el per111iso
para
levantar allí una Ca–
pilla
y
hacer
pintar
en el
111is1110
sitio de las apari–
cio n
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ñor tal cozno la vió en las apariciones el Yidente.
De no haber sido favorable el
in fo r
n1
e no ha ·
br'ia
conceJido
el ()bispo esa-, licencias,
11i
el P. de
Herrera
~e
hahr1a
en1barcado
en asunto
tan
deli–
rado, pues los superioresjntnás le habrían pern1i·
· tido
una
obra
sen1ejante.
Para i1osotros el infor1ne fué rn el sentioo de
que a nada se oponía la construcción de una Capi.
· }la
en el sitio doncie se decían las apariciones
y
la
pintura en una Roca, que estaría dentro
oe
la Ca·
villa. de u na 1magen de
e
ri~to
C.11
uno de los mis–
terios
el
olorosos de su Sagrarl a Pasión.
Si Jo que decía el indio Q-uispe no era verdad,
nada se perderia con lo hecho:. al contrario, una
Capilla no estaba
nunca de más en aquellas regio–
nes
y
nden1ás se
trataba de la
propiedad de
un
sa–
cerdote
y
de una
Con1unidad
religiosa
que
sería
la
heredera de dichas tierras dentro de poco
tie1npo.
J-lor
el contrario
si
las apariciones eran una reali–
da<l
y
el n1Ís1no Cristo había dicho a Quispe que
había santificado ese sitio para hacer de
él
una
piscina de
redcn~ión
y
de a1nor, no tenían los hom
bres
derecho a oponerse a
los designios divinos,
si no que debían
cooperar a la realización del
que–
rer de lo alto.
De
todos n1odos
al P. de Herrera
no
le
fué po·
sible ver
reallzaclas
sus deseos hasta
después de
junio de
1678,
en que regresó al Cuzco, cun1plidos
sns tres años ele Con1endad9r en Chuquisaca.
I.1a discreción
y
prudencia de la Iglesia, ·apro·
vechó estos tres años, para
1nadu
ra r 1n8s deteni.
da1nente
las
concesiones 'cladas al P. de Herre–
ra.
(1)
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C:ornmltamos nuestra npini6n con el R:xcmo.
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