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EXPLORACIÓN E lNCIDENTES DE VIAJE

nas mas que manchas en el mapa;

y

aunrtue quedan pruebas

de que se requirió de ellos el máximun de producción, sin em–

bargo su capacidad produr.tiva tení!l que ser limitada. Los

ant.iguos habitantes editi canm sus casas entre áspel·as ro–

cas en las áridas laderas de los cerros

y

emparedaron a sus

muertos en cuevas o hendeduras, o los :::epultaron en las are–

nas inservibles, para dedicar el escas0 ter1·eno cultivable ut>g-a–

do a los muertos, a la agrirultura. Escarbaron grandes

áreas en los desiertos hast.a encontrar suficiente hu

m~dad

para la vegetación y luego fertilizaroG estos jardines. hundi–

dos con guano traído de las

i~las.

Edificaron andenes en to

das las laderas y colinas

y

recogieron la tierra de las

r

e~que­

brajacturas de las rocas para terraplenar las angostas pla.ta–

formas, hasta que ui un solo palmo de terreno dond e puJie–

ra crerer un solo tallo de rna;iz o un puñado de quinua, que

dara inculto.

La China, tal vez el .Jap6n,

y

algunas secciones dt>

lA

In–

dia poeden ofrecer ejemplos semejan tes dé extrt>ma

11

ti liza-'

ción

d~~

la t ierra, como se hizo en el Perú en tiempo rlel lmpe-·

riq Inca.ico. No hay duda de que la población indígenH vi-·

vía como

,ii v~

t odavía, ron iilH.L ración escasa, con el míni.

mum de alimento; pero no h a.bía entoHces, el buey, el cerdo ,

la cabra ,

y

el caTnero ni muchos de los granoci

y

frutas ClUe

más contJ;ibuyen a l sust.Pnto de poblaciones densas. La lla–

ma se tenía en alta est ima para ser comúnmente sacrifica–

da; los huanacus y alpacas emnescasos;

y

la vicuña cuya la–

na sedosa constituía como el m·minio

y

la púrpura de ·la a–

ristocracia imperial, era proteg·ida por reales edirtos, y na–

die que no fuera de la sangre rt>al podía usar de su lana bajo

pena de mnerte. Casi no existían otros animales apropia–

dos para la alimentación.

E~tas

condiciones, fuera de la es–

casez de t.ierra arable, han debido const.ituir un poderoso

obstáculo al crecimiento rle la poblaci6n. Esto se compensa–

ba no obstante, por las sabias

y

beneficientes institucione!'l

sociales

y

civiles de loH luca!:', quienes reconocieron d

deJ'e–

cho de todo hombre venido al mnnclo, no solo a ·la. luz, al ai–

re

y

al agua, sino tambifi.n a una porción dt> t.ierra,

y

a la..!

protección directa

y

al cuidado paternal d8l Estado.

La población actual de los tres Estados que en parte o

en total formaron el Imperio Incaico a saber, el Ecuador. el

Perú

y

Bolivia no excede de cinco millones. Creo que sería

prudente calcular la población en tiempo de los Incas en

ei

noble de esta cifra, o quizás en menos de diez a doce millones.

No obstante, Las Casas, el

buen~

pero no muy exacto

obispo de Chiapa no.s qice que "en la provincia del Perú sola,