EN LA TIERRA DE LOS INCAS
mer Inca no parece haberse extendido más allá de este valle,
y los desfiladeros que conducen
a
él, están bien fortificados,
mostrando las direcciones por donde se anticiparon las hos–
tilidades en los albores del Imperio, antes que los jefes del
Cuzco comenzaran su carrera de Conquista¡;; y anexiones, so–
metiendo a los pueblos de los bolsones de Anta al Norte y
de Urcos al Sur.
Queda aún por describir una pequeña comprensión del
Imperio Incaico. Esta se llama la
·M.outa,ña,
para distin–
guirla de la
Costa,
el
Despobla-do
.Y
la Sierra.
La Montaña
comprende e1 declive oriental de los Andes. o más bien, los
valles de los ríos que-corren al Este, hacia los llanos del Bra–
sil. Los Incas no extendieron lejos su poder en esta direc–
ción. Se internaron en los valles hasta encontrarse con las
selvas
vírgene~
y
sus salvajes habitantes. Fueron aquí sus
medios inadecuados para subyugar la naturaleza; y los fie–
ros Antis, arrastrándose por la espesut·a, lanzaron ia'visi–
bles sus flechas en venena clas contra los hijos del
~ol,
quienes
se protegiP-rou gor medio de fortificaciones contra un enemi–
go a quién no p dían very al que era vano
pers~guir.
Sin embargo tuvieron éxito en asegurarse las porciones
superiores de a lgunos de estos valles eon la riqueza de sus
productos tropicales: la coca
y
el algorlón,
la~
pieles de los
animales salvajes, a,'3 brilla ntes pluma s de
&t3S
aves, y mu–
chos otros artlcu os de consnrrw, de lujo, o cle adorno que la
inflexible
naturalt-~za
le:" había negado en su hogar nativo.
Parece que entre los Incas y los Sfl.lvaj es de los valles interio–
res se sostenía una guerra perpétua. Aun en -la plenitud
de su podei'Ío los Incas no pudieron extender sus conquistas
lejos hacia el oriente, seguramente no más de sesent::t millas .
de su Capital en esta dirección. Las sólidas y complicadas
fortalezas de Paucartambo, Pisac, y Ollantaitatnbo determi–
nan, en parte al menos, los límites de ·su preponderancia. No
poseían los Incas ninguno de los modernos
aux~liares
para
las conquist,E'.i>
materiales y solo les era dado contemplar
con avidez
y
sin esperanza aquellos llanos de abajo donde
cada parcela de tiet·ra, podía dar cási expontáneamente un
rendimiento mucho mayor que el que podtan obtener de una
extensión igual de sus tierras no disputadas,¡auncon un tra–
bajo intensivo.
El estudio de los monumentos del Perú convPnce de que
la antigua publaci6n no
fu~
tan numerosa como podía supo–
nerse por las relaciones de los
~ronistas.
De cuanto he di–
cho antes, rec:JUlta claro que sólo una pequeña porción del te–
rritorio es habitable o capaz de soportar una numerosa po–
blación. Los valles y bolsones ricos y productivos son ape-