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teorías propias, exacerbados por controversias; flaquezas que han
reducido el campo de estudio de algunos investigadores a los .Jírnites
geográficos de ,su propia patria cuando no a Jos de su provincia, inci–
tándoles a descuidar las similitudes existentes en las culturas de regio–
nes vecinas, o a rechazarlas cuando implicaran prioridad agena. El
área de :dispersión de estirpes extinguidas, no coincide por lo común
con la superficie política de los países actuales, y a pesar del absur–
do de llevar a estas cuestiones puramente objetivas el amor propio de
campanario que mengua la concepción integral del pasado, se echa de
ver, por la pertinacia del antagonismo-en los puntos de vista, que la
conciliación no es cosa baladí, y que no se alcanzará quizás, hasta que
pruebas irrefutaJbles .pongan térJnino a estos debates más sentimen–
tales que científicos.
Contr riedaid igualmente perniciosa, pero en parte salvada ya, en
la historia pre-htspánica, es la supremacía adjudicada por la opinión
mundial a las sociedades de extenso radio que dejaron tras de sí,
dronis1tas en llQs primeros tiem–
pos de la con ui a, viajeros
E'
hLstoriadores, naturalistas y arqueólogos
posteriorment~
rodigaron su interés a las dos más visibles, contri–
·buy.endo -p_or lo tanto con e examen de la uperfície, antes que de las
profun · i:élades, a falsear la verdadera jerarquía de todas ellas den–
tro del conjunto continental.
Así como en el occidente se asignaron, por error contagioso, las
fuentes exclusivas de la civilización europea a Grecia y Roma, así en
nuestro hemisferio, ·por la magnificencia de los vestigios y la abun–
dancia de objetos artísticos de Méjico y del Perú, sólo hubieron ojos
y
plumas para ·los Aztecas y los Incas. Especialmente a estos últimos
otorgose una posición privilegiada,
~tribuyéndoseJ.escapacidades que ·
existieron de igual manera cuando nó en mayor escala, en otras na–
cfones indígenas más antiguas. .Por ejemplo, se creyó mucho tiempo
que .el
·CUl.toal sol y a la luna, ciertos mi.tos populares cosmogónicos,
la manera de enterrar .}os muertos (rodeándolos de vasos de chicha,
urnas con yuca, maíz, coca, pucos, mates, joyas, instrumentos de
su oficio, perros), envolviéndolos en tejidos finos o toscos según la
clase del difunto, o en redes según los lugares; los tambores y caraco–
les, flautas, quenas y siringas (antaras), las festividades religiosas,
los productos ag1·ícolas, la manera. de cultivar los cerros con andenes,