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Jnuj eres singularizadas por su belleza, como

qu da dicho.

Había varias clases de

acllas;

las desti–

nadas al Sol, que estaban obligadas a conser–

var perpetuan1ente su virginidad, de acrecen–

tar el fuego sagrado, etc.; las destinadas a

partir el lecho con el Inca, cuando a éste plu ...

giese hacerlo, y, finalmente, aquéllas que eI

Inca daba por mujer a sus jefes distinguidos.

Aquí, en este originalísimo claustro incai–

co, las escogidas, en general, tenían la obli–

gación de hilar las lanas d.e vicuñas, tejerlas

y confeccionar vestidos para el Inca,

vestido~

que por su estino eran todo un primor del ar–

te texti . Además, conf ocian ha el

zankju

o

panetón tle aíz, para las grandes fiestas sola–

res, ]uera de otros C[U¡ehaceres do ésticos.

Nad'ie que n_o fuese el I ca

o

la

Coya

(es–

posa df Inca), podía pene rar en esta casa,

y

a quien osaba profanarla se le castigaba con

severísimas penas, 1o n1ismo que a la

escogida

que faltaba

a

su voto de virginidad.

Acllahuasi

se extendía entre las calles

que hoy se llaman de Santa Catalina Angosta,

Capchi,

Maruri, Loreto y plaza de Armas.

Era un recinto rodeado, por sus cuatro

costados, de murallas elevadas, dentro de las

cuales estaban las viviendas de las

escogida~,

cuyo número llegaba. a varios centenares. Fue- '

ra de · 1as habitaciones, había jardines, adora-

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