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R. CÚNEO - VIDAL
. Aquéllas lanzaron la tarasca contra cierto número de adver–
sarios que la acosaban, en una serie de rápidas acometidas.
Dos de ellas se mantenían dentro de la cabeza del monstruo,
a tiempo que otras dos, sobre sus costados espiaban hacia el ex–
terior por aberturas practicadas en la parte central del caparazón.
El artista chinchasuyo parece haber puesto decidido empeño
en demostrar el
sexo
y condición de mujeres desnudas de las ·sa–
cerdotisas recatadas en el caparazón de la llallagua.
Las de la cabecera asoman sus brazos, armados con sendas
cuchillas, sosteniendo a las veces la cabeza cercenada del lidiador
caído en sus manos.
-
El menor esfuerzo de imaginación nos Q.a a entender el papel
representado por la llallagua y por la parvada de
cusillos
que la
asedian en estas monstruosmaquias de Nasca.
Las gentes de una comarca determinada hállanse reunidas en
el égido de un pueblo, al pie de una
huava,
sobre cuyo borde se
perfilan las omias tutelares de sus diferentes linajes, en calidad
de póstumos espectadores.
Transcurren las primeras horas del día en la tarea de los
ccuchus
ritua es.
Las reses sacrificadas son
llamos
y
cuys,
de cuyo despojo el
sacerdote toma para sí hígado, corazón y grasa, dejando las carnes
sobrantes a las
pallas
encargadas de emplearlas en los festines que
han de rematar la serie de aquellos regocijos.
Llega el momento de la aparición de la llallagua.
Cuantos hacen el papel de espectadores, siéntanse a la re–
donda sobre los costados de la plaza elegida para teatro de la
monstruomaquia, sosteniendo una
huasca,
o soga, de cuyo trazado
no deberán
l
ebasarse los lidiadores y danzantes, como nos lo da
a entender el siguiente pasaje de la
Relación del DBscubrúniento
y
Conquista del Perú,
de Pedro Pizarro:
"Hacían grandes bailes en la
plaza~
asidos de una maroma de
oro muy gruesa que tomaba todo el rededor de la plaza.
"Esta cadena nunca se hall&."
Baja al "coso" el informe caparazón, al cargo de diez o
más