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R. CÚNEO - VIDAL
los cuatro confines de la tierra peruana, los cuales antes de que
aquello ocurriese habían dado muestra de su pericia en Tiahua–
naco, Cuélap, Chavín y otros veinte lugares del territorio del fu–
turo Tahuantinsuyo; artesanos cuya pericia
no improvisada,
sino ·
fundamental, no cabe poner en duda.
La
condici~n
f ederal
de la ciudad y de su territorio inme–
diato no ha sido comprendida, como debiera, por los historiadores.
El mismo Garcilaso, a fuer de discípulo del clasicismo latino
no obstante su condición de
inga,
vió en el Cuzco una suerte de
Roma andina, cabeza de un imperio cuyos rasgos acabaron por
asumir en su cerebro, sin él advertirlo, los caracteres del mundo
romano.
Ante una crítica exigente la ciudad del Cuzco fué una muy
distinta cosa.
Ella fué la capital
federal,
no precisamente de un imperio
'unitario
y compacto, como el romano, sino de una poderosa
con–
federación de aillos
brot ados de cuatro
abolengos históricos,
los
cuales reconocían por
c
na las cuatro secciones de un vasto terri–
torio llamado desde
SU$
comienzos a una organización federal.
Pertenecien do la dicha urbe, a un ·mismo tiempo, a las cuatro
colectiviqades brotadas de los dichos cuatro abolengos fundadores,
aquéllas poseyeron en su recinto sus propios
barrios,
por los cua–
les, sin salir de su propia
heredad
se comunicaban
por caminos
propios,
con sus respectivos
suyos).
razón por la cual, sin perte–
necer a ninguna de ellas
en particular,
a todas· pertenecía,
en
general.
Si se toma en cuenta el hecho de que la Colonia, al dividir
en provincias y partidos el territorio del virreinato, para Jos fines
de una acertada administración, tuvo el acuerdo de respetar las
antiguas circunscripciones imperiales
"calcando sobre ellas sus
propios corregimientos",
cabe pensar que el territorio federal del
Cuzco ocupó dura:nte la época incana un trecho de doce o catorce
leguas de diámetro, que fué el ocupado por el corregimiento del
Cuzco de
español~s.
En otras palabras : el corregimiento del Cllz:co
d~
la época