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HORACIO H. URTEAGA
Como se ve, el pueblo vencido continuó siempre bajo la
autoridad directa del curaca aborígena,
y
sólo de modo in–
directo obedeció la ley del imperio. Contempló con respeto
y
con temor el cer emonial del culto y las prácticas del oficia–
lismo imperante, cuando lo requerían las circunstancias, pe–
ro no confundió su alma ni su sangre con los vencedores; su
antiguo curaca, sus antiguos ídolos, con todo el cortejo de
sus ritos groseros; sus antiguas prácticas, subsistieron fren–
te al ceremonial heliaco y la administración de los kechuas.
Por eso cuando estalló la guerra civil del año 30 ( 86 ) , Ata–
huallpa encontró sus mejores soldados en los levantíscos in–
dios de las serranías del norte. Cuenta la tradición, que al m–
tentar Atahuallpa la invasión a los dominios de Huáscar, en–
vió un comisionado ante los Caxamarcas a proponer a estos
indios la alianza; los Caxamarcas recibieron alegres al que
les traía la grata noticia de una guerra contra los kechuas
y
se aliaron secretamente con el Príncipe de Quito; desde en–
tonces no escasearon los recursos al rebelde: gente salida de
esas serranías se alistó bajo sus órdenes y fueron los propios
campos de esas regiones el teatro de las victorias del suble–
vado ( 87 ) Más tarde, cuando el vencedor decidió su marcha
sobre la ciudad imperial del Cuzco, escogió Cajamarca como
su residencia para descansar de las fatigas de la guerra y
preparar allí los grandes contingentes, en caso de una posiblE.'
reacción de los kechuas que marchaban de derrota en derro–
ta ( 88 ) . Llegó a la poblada ciudad
y
se instaló en los lla–
mados baños del Inca, residencia que había sido embellecida
por los antiguos señores del valle y ampliada
y
hermoseada
por los Incas Tupac Yupanqui y Huayna Capac ( 89 )
Empero, los caxamarca habían luchado junto a Ata–
huallpa contra los kechuas; al verlo ya vencedor en su pue-
l•\2) - Véase Sarmiento de Gamboa,
Historia Indica.
Párrafos 65,
66
y
67, págs. 118 a 124.
(87) .-Balboa, Ob. cit. c. XIX, págs. 279 a 282.
(88) .-Prescot.
Conquista del Perú.
Lib. III, c. II, pág. 87.
(89) .- La factura de las paredes de las habitaciones de los llamados
Baños, acusan una remota antigüedad; la de la piedra sin tallar unida
por una durísima a rgamasa, donde el artífice ha puesto a prueba su
paciencia
y
su habilidad para producir con las irregularidaJes del pe–
dernal, un cruce
y
una nivelación admirable. La tradici6n
c.on~en·ada