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HORACIO H. URTEAGA
un timbre de orgullo para los chilenos, es una acción honrosa
para los defensores de la plaza, que pelearon por dar al Perú
una tradición
y
un ejemplo. Bolognesi, More, Ugarte, Blon–
del, fueron los últimos defensores de su patria en ·el departa–
mento de Moquegua,
y
lucharon en el último pedazo de tierra
firme que les era permitido pisar ". ( Bulnes. Ob. cit. )
El misrno historiador ha dicho en un arranque de justa
exaltación :
" Los nombres de los defensores de Arica son dignos del
respeto del adversario
y
de la gratitud de sus conciudadan08.
Entre ellos merece, una mención especial BoJo.gnesi, el 5efe
de la Plaza.
" Bolognesi fué un gran patriota
!
Tiene las caracterís–
ticas de los hombres superiores, no salen de su boca ni de su
pluma palabras destempladas ni baladronadas pueriles. Es
culto y atento con el enemigo. Cuando el patriotismu . e en–
vuelve en su manto de modestia, el hombre desaparece ante
la idea que lo alienta y su sacrificio toma un caráctei· imper–
sonal. Así le sucedió a Grau y le sucederá a
Bologn1~.si
".
( Bulnes. Oh. cit., c. IV, p. 362 ) .
Cuando el ejército peruano, después de la batalla de Tara–
pacá, ingresó tras penosa marcha al puerto de Arica recibió
nueva organización de su jefe, entonces contralmirante Mon–
tero. Comprendiendo la imp<>rtancia de la plaza de Arica, y
con la esperanza de destruir al ejército chileno desembarcado
en Moquegua, se ordenó la defensa del puerto y se nombró pa–
ra gobernador de la plaza al valiente coronel Bolognesi. Su
patriotismo y su resolución, al aceptar este delicado puesto, se
revelan en esa sentida carta que escribiera entonces a su hijo,
en uno de cuyos párrafos le decía:
"Yo no tengo para su defensa
( la de Arica ) más que
1,400
infantes; ellos ( los chilenos ) , pueden en horas traer de
Pacocha tres o cuatro mil hombres,
y
a la vez comprometer
combate por
m9,r
y tierra. En fin, ha llegado el momento de
decidir la cuestión.
'No hay que asustarse, no estamos mal, si se dirigen bien