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HORACIO H. URTEAGA

ciento de sus efectivos, tendidos en el campo, se r epliega al

estrecho campo del Cerro G-Ordo, venciendo al enemigo que le

cerraba ya el paso.

" Jadeantes ilegaron a la altura del Morro el tenienb

coronel don Ramón Zavala, a la cabeza de medio batallón del

Tarapacá,

y el teniente cor.onel don Roqu e Sáenz Peña, a la

cabeza de medio batallón del

/ quique,

rompiendo con bravura

sus fuegos sobre el enemigo, que ya coronaba la altura del

Cerro Gordo y lo flanqueaba al mismo tiempo por los lados

del este y del oeste con sus fuegos". (Manuel C. de Latorre,

J efe de Detall de la plaza de Arica.

Parte oficial de fecha

9

de julio de

1880 ) .

Entonces se reconcentró el combate en la planicie del Mo–

rro. Un verdadero torbellino de hombres, entrelazados en fu–

r ente lucha, oprimidos por una masa compacta de soldados

que renovaban el esfuerzo contra los pocos defensores, ofre–

cía horrible espectáculo; gritos de guerra en medio de una

espantosa fusilería, atronaban el aire. En el centro de esa fa–

lanj e de héroes defensores de la planicie, que caían al pie de

su bandera, 'luchaban denodados Ugarte, Bolognesi y sus de–

más compañeros. Una bala traidora hace por fin caer al hé–

roe, mientras, cumpliendo su sagrada promesa, disparaba

el último cartucho

!

Junto al héroe cayeron, para seguir con él la ruta de la

inmortalidad, More, rehabilitado en el holocausto ; Inclán

O'Donovan, Zavala, Cornejo, Blondel, Zela, Nacarino y un

sinnúmer.o de soldados, héroes anónimos de todos los siglos.

Alfonso Ugarte había recibido muerte sublime en la intrepi–

dez de su arrojo. Como

l.os

héroes de Homero, de su muerte

y de su acción se apodera la leyenda, para contar a las gene–

raciones cómo conquistó Ja inmortalidad

!

Prisioneros estaban Sáenz Peña y otros jefes. Momen–

tos después cesaban los fuegos, se aclaraba la atmósfera de

Ja densa neblina saturada de azufre, y ya sólo se oía el galo–

par de los soldados, los gritos de venganza y las imprecacio–

nes obscenas de una soldadesca desenfrenada que llevaba por

doquier Ja muerte

!

El grupJ de prisioneros desfiló por la pendiente

y

principiaron a atrave ar las calles del pueblo, desarmado ,

silenciosos, como una fúnebre proce ión, rodeados de una