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BOCETOS HISTÓRICOS

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tropa de maldicientes enemigos. " Cuando llegamos a la pla–

za, dice uno de ellos, oímos el toque de una diana en el M,o–

rro; era que se izaba la bandera chilena en el

lug.ar

en donde

momentos• antes habíamos defendido nuestro glorioso bico–

lor. Sólo de vez en cuando sonaban los tiros de la fusilería;

pero ya no eran fuegos de combate; después supimos qu e

eran los fusilamientos que los oficiales de Lagos y Linch eje–

cutaban en las gradas de la iglesia, quitando la vida a cuanto

paisano caía en su poder en esos momentos. Veíamos por to–

das partes soldados entregados al saqueo de las casas y al–

macenes y a la búsqueda de los muertos ". ( 13 ) .

'

En estos momentos, el monitor peruano

Manco Capac,

haciendo sus últimos disparos y por no caer en poder del ene–

migo, abría sus válvulas y se hundía en el mar

No vamos a hacer nosotros Ja apreciación del hecho his–

tórico de Arica; nobles sentimientos de exaltación patriótica

podría creerse qu e t uercen la r ectit ud de nuestros juicios;

por eso, en la sentencia que Ja posteridad ha pronunciado por

el her.oismo de esos defensores, cedemos la palabra al histo–

riador enemigo. E scuchad :

"Ha pasado ya, suficientemente, el tiempo apagador de

las pasiones, para que tanto en el Perú como en Chile, se rin–

da justo homenaje de admiración a vencedores y vencidos.

Y así corno el r ecuerdo de esa portentosa hazaña será siempre

(13) .-"Cuando volvimos al campo de los muertos, buscando los

cadáve-res de Ugarie

y

Zavala, encontramos el cuer po frío de nuestro

jefe: me detuve un momento a contemplarlo, y aún conservo la impre–

sión que me produjo

b

disposición del cadáver, profanado m01nentos an–

te:; : los bolsillos del pantalón estaban vueltos hacia afuera, se le había

despojado de la chaquetilla

y

de las botas, y un feroz culatazo le había

descubierto la parte superior del cráneo, derr amando la masa cer ebral

sobre e\ tosco lecho de grani to. Aquella impresión

fué

para mí tan inten–

sa, honda

y

dolorosa, como la muerte misma de mi viejo a migo, el queri–

do

y

venerable a nciano". Roque Sáenz Peña.

Recuerdos del asalto de

Arica,

Argentina, publicado en Arequipa en la r evista

J uventud,

de

1~?6.