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HORACJO H. URTEAGA
o alf.ileres, con tal firmeza, que no quedaba nudo que no
fijase bastante su armadura.
SUS MORTIFICACIONES, CILICIOS Y PRACTJCAS
Rosa llevó sus mortificaciones a extremos inconcebibles.
Cubrió su cuerpo de cilicios, un cinturón de agudas púas ce–
ñía su cintura, brazaletes donde los clavos penetraban sus
carnes, y rodilleras de la misma factura, la laceraban conti–
nuamente. Por las noches y a ocultas de su madre, retiraba
el blando lecho a su cuerpo y dormía al raso ;
reemplazaba
la almohada por una tosca piedra que ocultaba de día; ayu–
naba de continuo, privándose, además, de cuanto agradable
o exquisito pudieram ofrecerle. Distribuyó las horas del día y
de la noche en tres partes, dedicadas al trabajo, a la oración
y a las prácticas devotas. Hábil en las labores de mano, tra–
bajaba casi diez horas diarias y concluía con presteza obras,
que se convertían en eficaz socorro para los suyo. . En
lo más oculto de su casa, y también en el jardín, había arre–
glado un pequeño altar con las · imágenes de Jesús y ·María,
donde elevaba la sublimidad de sus oraciones, y pasaba lar–
gas horas de la mañana y de la noche entregada a la contem–
plación, provocándose mortificaciones horribles, para no des–
fallecer en su celo místico, ni desviar su atención del objeto
de sus pensamientos. Ya pisando sobre objetos de los que so–
bresalían agudos clavos que penetraban en sus plantas, ya
colgada de los cabellos en un grueso clavo que la obligaba a
mantenerse de pie e :inmmóvil, ya cargando una pesada cruz
en su huerto y manteniéndola sobr e sus hombros casi hasta
desfallecer.
LA TERQUEDAD Y EL MAL CARACTER DE LA
MADRE DE ROSA
Todos los biógrfaos de la Santa
están acordes en que
María de la Oliva, madre de Rosa, fué una mujer vulgar, de
carácter irascible y tan torpe como empecinada. Era mujer
honrada, pero ni la educación había domado sus inclinacio–
nes irascibles, ni el trato con mejores gentes había suavizado
su carácter. Viendo en Rosa una hija trabajadora
y
hábil,