BOCETOS HISTÓRICOS
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que alimentaba el alma en su hambre de paz, de justicia y
de consuelo, y en que el temor de Dios escondía las pasiones
de los hombres, las mataba en veces y, casi siempre, las hacía
inclinarse reverentes ante la virtud y la modestia. Hoy que
precisa declarar, porque así nos lo impone la cultura, que
vivimos en un siglo de luz, miramos apenados las espesas ti–
nieblas de la conciencia de los hombres que han hecho in–
cierta su vida y han borrado de su corazón la caridad : esen–
cia del cristianismo; y así va el mundo, entr e pompas y
ruido, sonando los cascabeles de un eterno carnaval en que
tras míles de disfraces los hombres se engañan, oyendo los
gritos de desesperación de los desheredados, que ya no en-
cuentran r em edio ....... porque les ha enseñado la moder-
na ciencia, que su vida es un accidente y que sobre él y en su
contorno sólo reina la fatalidad. " La gran mayoría de los
hombres, dice Montalembert, está entregada al dolor y al su–
frimiento, no sólo físico sino también moral, pues el dolor
es el primer pan del hombre y su primera necesidad el con–
suelo. Ahora bien,
¿
cuál de estos sistemas consoló jamás
un alma afligida ?
¿
Cuál de sus doctores ha enseñado nunca
a enjugar una lágrima·? Desde el origen de los tiempos, el
cristianismo es el único que prometió coP.solar al hombr e en
las inevitables aflicciones de la vida, purificando las
afl.ic–ciones del corazón; y el cristianismo es el único que cumplió
su palabra. Los que tratan, pues, de s.ustituirle con siste–
mas y filosofías, los que quieran lanzarle del mundo, vean
primero cómo lanzan de la t ierra el sufrimiento y el do–
lor. ( 4) .
* **
Hoy, la iglesia de Santa Liberata se alza sombría, des–
mantelada y pobre; la pompa del culto se ha reconcentrado
en otros templos y en otras prácticas; la limeña devota de
antaño no rueda su calesa por las avenidas de los Descalzos;
e a que amaba y creía, ha muerto; hoy está sustituída por
la que no ama ni cree, y que rueda su carruaje o su automó–
vil cubierto de flores, por las avenidas aristocráticas de la ·
ciudad, y va al templo a lucir la
toillete
elegante que pone la
nota de moda. Sólo el pueblo, el bajo pueblo, como se le lla-
(4) .-Montalembert,
Histoire de St. Elizabet.
Intr.