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HORACIO H. URTEAGA

dante y desparramado por ambos lados de la cabeza, y cu–

biertos los brazos por largas mangas; unida esta repre–

sentación a la del felino o a la de la figura antropomorfa que

hemos descrito en primer lugar, se ofrece con un carácter

pornográfico, que un análisis detenido encuentra y com–

prueba, y que lejos de mostrar un sentimiento de degenera–

ción o sensualidad, traduce un pensamiento de profundidad

filosófica y muy persistente ·en todas las teogonías: la

fecun–

didad.

De estas representaciones, la primera se halla en los

huacos de Nazca en una proporción del sesenta por ciento

de los cántaros o vasijas; la segunda en una proporción del

cuarenta por ciento, y la tercera en un diez por ciento con

bastante aproximación.

¿

Cómo se interpretan estas representaciones

Los pueblos primitivos trasladan, en primer término,

a su arte su preocupación religiosa. El dibujo y la estatuaria

han servido para representar primero al fetiche y al ídolo,

al totem, y, en general, al mito más o menos progresivo, y

sólo más tarde han hecho a la imagen del hombre, partícipe

de las dotes del arte; y esto, no obstante, la representación

humana en la pintura y la escultura, ha principiado por los

dioses, ha seguido por las personificaciones y los héroes, y,

sólo más tarde, ha alcanzado al tipo realmente humano : sa–

bio, rey, sacerdote o guerrero. Esta es una ley universal y

se expone como premisa. Ahora Dien, observando cántaros

de Nazca, sorprende a primera vista la persistencia de estas

raras representaciones en sus cántaros. El artista las dibu–

j

ª

en sus platos y vasijas, y cuando no es la figura comple–

ta, muestra entre la enmarañada y caprichosa concepción

de sus meandros y de sus grecas, la cara de esa figura extra–

ña, combinándola con una admirable maestría. Es evidente,

como ya lo dijimos, que semejante r epresentación preocu–

paba incesantemente su imaginación de artista, más aún,

en el desenvolvimiento de su fantasía no podía prescindir

de ellas porque se lo impedía una idea dominante y una exi–

gencia de su época y de su medio.