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HORACIO H. URTEAGA

adelante;

los pasajeros cruzaban las piernas sobre el palo

amarrado en el medio y se sujetaban fuertemente. Cuando

había que trasportar testias, éstas atravesaban el río a na–

do; pero, eso sí, sujetándoles la cabeza en los extremos de

la balsa, lo que les permitía un punto de apoyo que hacía me–

nos penosos sus esfuerzos contra la corriente. Así pasamos

varias veces el caudaloso río por el puerto de Balsas, y por

otro situado a unos diez kilómetros más abajo, llamado Ma–

pish. El uso de esta balsa

es antiquísimo

en los ríos del

Oriente del Perú, y los indios conservan la tradición de ha–

berla usado idéntica sus antepasados; por lo demás, el oficio

del balsero se heredaba en el pueblo de padres a hijos y cons–

tituía una ocupación lucrativa por el frecuente tránsito de

pasajeros;

así que

las autoridades

tenían establecido

el

turno entre las familias de balseros, para el servicio de pasa–

jeros de Cajamarca a Amazonas, o viceeversa. En nuestros

viajes, la primera vez, fuímos servidos por una

familia de

balseros apellidada Aguilar;

y de regreso, por uno de los

más antiguos balseros, que contaba curiosas leyendas acerca.

del río y los naufragios en él habidos: se llamaba Feliciano

Rojas.

Estas balsas de maderos, del estilo de plataforma, eran

a veces tan amplias que servían, en la costa, para el trasporte

de pasajeros y carga, y hemos visto que cada una de ellas

podía soportar hasta quinientos quintales. Salían a veces flo–

tas compuestas de muchas balsas, en que se hacían grandes

trasportes. Las expediciones militares

entre

los indios de

Tumbes y los de

la

Puná, fueron célebres por sus combates na–

vales y por los ardides de que se valían los indios para hacer

zozobrar la embarcación; medio pérfido que usaron contra

las tropas del Inca Huayna Capac ( 20), y que mereció tan

ejemplar ca'stigo.

Los relatos antes trascritos respecto a

las tradiciones de empresas marítimas a islas lejanas, tam–

bién nos hablan del uso

y

empleo de flotas de balsas, que

trasportaron a miles de combatientes, lo que no parece di–

fícil en la navegacin costanera, si se tiene en cuenta la au–

sencia de fuertes temporales en el Pacífico.

(20) .-Garcilaso de la Vega.

Com.entarios

Reales de

los Incas.

Parte primer a, Lib. IX., c. V.