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BOCETOS HISTÓRICOS

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a los malos con

el

e pectáculo de la desgracia del infeliz; se

le privaba de la vista, se le cortaban las extremidades o se le

afeaba horriblemente, rebajándole las narices

y

101:>

labio '.

Los vencidos en las guerras eran castigados con el corte

de las narices, otras veces se les degollaba, colgándolos en

altos postes alrededor del campo o en los bordes de los cami–

nos para que 'fueran devorados por las aves. (

12 ) .

"Igual–

mente severos se mostraban con los ladrones: los colgaban

del cuello, abandonándolos vivos y a medio ahorcar para que

expirasen tras largas horas de angustia y de agonía; cuando

se realizaba un robo y no se descubría al autor, plantaban en

los caminos altos maderos con mazorcas de maíz y ramas ver–

des, para comunicar alarma y hacer que todos se previniesen,

no tanto a poner en seguro sus alhajas, cuanto a hacer inda–

gaciones y practicar pesquisas. Con el anuncjo se ofrecían

sacrificio a la Luna y a las Estrellas y se consultaban ago–

reros, andando todos, día y noche, vigilantes, hasta que pa1'e–

cía el ladrón y era castigado, algunas veces junto con sus pa–

dres y parientes, si

Re

sospechaba eran encubridores. Me–

diante tal diligencia y activa policía, la propiedad era celosa–

mente respetada. Las casas no necesitaban puertas ni usa–

ban cerraduras ".

A los condenados a muerte por sus crímenes se les lla–

maba

"Ramar

",

y a los médicos, curanderos con yerbas, co–

cimientos y hechicerías, se les nombraba "

Oquellupac

".

Creían que al morir iban a una tierra que los kechuas

la traducían por esta significativa palabra:

Upamarca, la tie–

rra muda, silenciosa;

que antes de llegar a ella habían de pa–

sar un río por un puente de cabellos muy finos, auxiliados en

e te estrecho paso por perros negros; los

alcos

(

perro ne–

gros tan

frecuent~mente

reproducidos en los cántaros) . Los

del pueblo de Huacho y los otros pueblos del valle del Rimac,

creían que las almas de sus muertos iban a la isla de

huwno

(12).-Hasta hoy, los indios del Collao tienen esta costumbre, pe–

ro en forma más singular. Representan al ladrón por un cuye o un pe–

rro, lo matan a palos y lo arrojan al borde de! camino para que lo

devoren las aves; creen que el ladrón ha de sufrir, en castigo de sus

delitos, los tormentos que ca sufrido el animal que

fué

su representativo.