VIU
PRÓLOGO
m~
preocuparon en mi carrera científica, y las que
produjeron mi primer libro de este género, la
Histo1·ia
de la P1'opiedad comunal;
y mientras escribo las pre–
sentes líneas, así como mientras leí
El Ayllu ,
revi–
ven en mí aquellos años juveniles cuyo más delicioso
recuerdo es precisamente el de las ilusiones ideales
que los animaban, y el de los esfuerzos por la cultura
propiéJ. y por el conseguimiento de la santa ambici ón
de añadir algo útil á la obra útil de los maestros que
nos formaron.
Pero ya es demasiad<l> hablar de mí mismo; mayor
pecado
o
~
st
q1:1e no será mucho el tiempo
que pueda tledicar á los otros. Hablem0s
d~l
Sr. Saa–
vedra y de
o.Suli bro.
D. Bautista Saa edJia no es un advenedizo en esta
clase de estu-dios. Profesor de Derecho en la Uni versi–
dad de La Paz durante algunos años; investigador de
Historia americana en los archivos españoles, tiene,
como se ve, abolengo que le hace doblemente colega
mío; y si después la política -
gran tirana -
le llevó
á sus dominios, fué para que se ocupase del Ministerio
ó Secretaría de Instrucción Pública, y luego, de fun–
ciones dipl()máticas que aun desempeña. En la com–
pleja trama de la vida de un pueblo, el verdadero
patriota no puede decir nunca cómo y en qué esfera
servirá mejor al suyo; y por eso, aunqu-e si me dejase
llevar de añoranzas mías, podría desear que el Sr. Saa-