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4f

CATÁLOGO RAZONADO DE LA ECCIÓN LINGÜÍSTICA

n fama póstuma el ai lamiento un tanto egoí ta

á

que vohmta–

riamente se redujo en vida, prefiriendo los in ípido goces de la,

privanza palaciega á los de la familia.

En esta venta de sus libros hay cierto aborde avaricia que

disgusta. No me parece que debieron venderse, casi

á ci¿erp<>

presente,

lo objetos que le dieron gra,tis sus amigos ó los desco–

nocidos que re petaban sus talento . Eran margaritas, y no gra–

nos de maíz parn alimentar el estómago. Si Humboldt hubiese

dejado hijos dignos de él, es seguro que éstos habrían conser·

vado la colección de esos donativos como un timbre de familia,

como la prueba material de la atracción que aquel hombre de

genio ejercía sobre torlo los talentos contemporáneos, no sólo

en la ciencias, sino también en la literatura.

Hasta de los almanaq ues comunes de Chile han querido sacar

plata los autores del catálogo, en lo que e muestran imitadores

de don P edro de Angelis, que daba el aire de

a.lg

·una

~osa

á los

panfletos más insignificantes. -

Jiian

11..

Gi¿tiérrez.

Tercera. Réplfoa de

B.

Jlfitre.

-

Sábado

15.

ú n entimient<>

poético que hace honor á su

na.tu

raleza, más·bien que un movi·

miento reflexivo, le ha hecho ver el la,do pro aico de la venta de

los libros de Humboldt. H a apartado su vista de la sombra del

ilustre muerto que se paseaba por aquella biblioteca., para fijarla,

únicamente en la silueta judaica de los inteligente y activos

libreros que hacían valer Ja mercadería.

Sin eluda que si Humboldt hnbiese tenido hijo , habría sido

más agradable

pam ellos

el haber gua,rcUi\lO lo donativos hecho

á su padre; pero e te rasgo ele Ja personalidad,· ya que

no

de la

vanidad humana,, de poco 6 ningún provecho habría sido

pa.ra

los

demás. Una colección ele dedicatorias sirve menos

á

Ja gloria

del hombr que se quiere honrar, que esas misma dedica,torias

difundidas por el vehículo de la publicidad, univer alizadas, por

decirlo así, y puestas al alcance de todo .

Ahora, cada admirador de Humboldt po

lrá

poseer un recuerde>