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Desesperado, n o pen sando sino en
la muerte,
i
que 111uerte? de lrnmbre
! ·
se le ocurre que con la paja podría
fa–
bricarse una gran soga i descolgarse
por ella.
Dicho i hecho; en poco ticrnpo tdr–
ció un cable de inmensa longitud q ue
estimó suficiente para a lcanza r ti e–
rra; ;:
:i.tóun cabo al cerrojo de
la
pucr
ta
i an-ojó el resto, comenzando su
peligroso descen so, alegre
i
satisfe–
cho
de
haber encontrad o el med io de
salir con vida de ese desierto.
A
medio camino tropezó con un
cernícalo muí atrevido, que comenzó
á
revo lo tear
ft
su recledCJ r rozándole
el
hocico con las alas i con t o no pe–
t ul a nte
ú
interrogarle:
. -1
compadre ¿como le ha id o
en
la
mansión celeste?
Infatuado el zorro
ele
haber bail a –
do en
el
ciclo, con mucha µrosa se
le
t;>ncara:
-¿Dc~dc .
cuando
un
rangalid o to–
mo tú, un tan feo avechuc ho, puede
ser comp-tcl re de
un
caba llero?
.\mostazaclo el cernícalo le respon–
de
á
su vez.
-No
son caba llero
aquí
ni a hajo,
los !a d rones de ga llinas, hermanos
del zo rrillo pcstífrro. ¿Como puedes