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Nós limitaremos a
la
trascripción de
los coros, cuyo sabor incáico nadie po–
dría poner en duda,
í
a dos escenas, las
mas bellas del drama, que solo extraños
a la raza, podrán negarle su autentici–
dad;
pues parécenos escuchar a esos in–
dios oradores que
~mprovísan
diálogos
despues de sus bailes, o a esas indias
lamentándose en sollozos de su dest.ino,
como aquella que lloraba ·a muerte de
su tierno lújo respondiendo
al
ser interro-
.gada por
la
causa de su dolor: ."Le ano–
checí() cuando recién amanecía," o
murió
€1!
la auro1-a -de su vida. (
Pa–
cha.huaraynin tutaparun.)
Metáfora
sublime, que Chateaubriand o Víctor
Hugo no hubieran titubeado en patroci–
narla.
Rivero i Tschudi consideran el. dra–
ma trájico Qllanta, como la más impor–
tante producción literaria de cuantas
len–
guas americanas hai.
Los
dos pas¿ijes de Ollanta dignos
ele llamar la
at<:nció11
tanto por su
estilo como por la profuncla expre–
sión de sus sentimientos son: el monó
logo de Ollanta
i
el
ele Cusi Coyllur
q' desesperada dice a su mama Coy.a;