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los misterios ya gozosos, ya
¡pa; cha.snapi h paicuna
J esús", quien padece corporalmente lo que Maria sufre con
Él en el corazón. (Übservamo que Maria ha sufrido con
su J esús las pena11 contenidas en los tres primeros misterios
dolorosos por la comunicación de testigos ocnlares, mientras
en cuanto á los dos últimos ha sido espectadora participante
de la pa ión de su H ijo.) - Y ¡cuán verdadero es el "Do–
minus tecum" en los dos primeros misterios
glorioso~ !
¡Con
cuánto júbilo de toda su alma se ha regocijado María en el
momento en que "el Señor'', su Hijo resucitado, se le' apa–
reció en u oración
á.
la mañana ele la Pascua ! Y aunque
en el segundo misterio glorioso el Divino Redentor se eleva
al cielo apartánclo e de los ojos corporales ele su Madre, siu
embargo "el Señor · se queda con ella; porque Maria con
su
fe
y amor, con su corazón le sigue al cielo. En el tercer
misterio el "gratia plena" llega
á.
su plenitud completa: el
mismo Espíritu , anto que descendió sobre la Virgen en la
silenciosa casa ele Nazaret, se posa nuevamente en el alma
ele su Esposa predilecta, con sus gracias y dones , para que
ella los distribuya á la Iglesia. - ·Estamos, pues, ya
á
las
puertas del cielo que se a.bren delante de María: su Hijo la
recibe y corona por Reina del cielo
y
de la tierra. Ahora
''la gracia" se ha transformado en la gloria; la que en la
tierra ha sido "llená de gracia", en el cielo es llena de gloria,
reunida eternamente con "el Señor"' en la visión beatifica,
y la más gloriosa "entre todas las mujeres...
Así corresponden de un modo natural las palabras del
·Avemaría
á
los misterios que se proponen para la medita–
ción; en efecto, tanto en el conjunto de los misterios como
en cada Arnmaria alabamos y en alzamos
á
la Madre de
Dios siempre con nuevo fervor á causa de su plenitud de
gracia, la cual consideramos cómo se desarrolla más y más
:;.--~