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OURilRA

de Campos, con su caballo siguió

á

uno de los indios

é

le

prendió, é, al tiempo que se apeó del caballo, el indio con

grande ánimo se abrazó con él é pugnaba por no quedar en

poder de los cristianos.

É

ciertamente, si este indio no se to–

mara, fuera imposible escaparse nénguno con la vida. Juan

Alonso Palomino, muy alegre por haber tomado guía, fué

luégo en seguimiento del capitan Peranzures, é llegado á él

supieron del indio io que había é qué camino podrían tomar;

é

entrando en consulta los capitanes é principales d·e ·lo que

harían, acordaron de que se

hiciesen~

é volviesen á pa–

sar el rio por allí: é fueron luégo hechas catorce,

y

se aper–

cibieron cincuenta españoles, los más ligeros é sueltos que

había entre todos, é, dia de

lg

gloriosa Pascua de los Reyes

de treinta é nueve, se echaron al rio, yendo con ellos Juan

Alonso Palomino y el Maestre de campo Juan Quijada. El rio

era muy ancho, é la corriente iba tan furiosa, que

los~

Íioles se vieron en trabajo en allegar á la otra parte del rio.

Los bárbaros, que no dormían, teniendo aviso de que los

cristianos pasaban el rio, á la orilla de él se pusieron con sus

armas é lanzábanles muchas flecbas; Palomino é Juan Qui –

jada animaban

á

los españoles para que no desmayasen aun–

que más flechas los indios les tirasen,

y

con las rodelas se

mamparaban é defendían de ellas, mas los indios no dejaban

de les tirar muchas flechas é arrojábanles muchos dardos. Pa–

lomino y el Maestre de campo Juan Quijada mandaron ende–

rezar para ellos las balsas; como los indios vieron que ya ve–

nían cerca de ellos, alzando muy grandísima grita

y

alarido,

poniendo en los arcos sus flechas, las lanzaban con gran de–

nuedo á los cristianos, é tantas les tiraron que hirieron á

ocho de

ello~

é

mataron á tres.

Como los españoles vieron que así eran sus compañeros

heridos, era tanta la ira que tenian contra los enemigos, que

no veían ya la hora que estar envueltos en tierra con ellos; é

poniendo fu erza en las palancas con que gobernaban las bal–

sas, se diefon tal maña que tomarnn tierra,

é

con la reciura

del rio una de las balsas se fué agua abajo; los b:irbJros,