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llO

GURRRA

muy alegres por ver el tiempo que ellos tanto deseaban, sin

haber quien los impidiese, salieron de unos pequeños apo–

sentos

é

fuéronse para los cristianos, que mucho con su ve–

nida holgaron, pesándoles de ver tan transfigurado al capitan

Ruy Diaz, el cual enteramente les contó la vida que babia

tenido en poder de los indios, é cuán mal tratado babia sido

dellos.

Rodrigo Orgoñez , deseando prender al Inga 6 desbara–

talle de tal manera que no pudiese volver

á

dar guerra

á

los españoles, le fué siguiendo con su gente; mas él babia

cobrado tan gran temor á los cristianos, que á toda priesa

andaba por aquellas ásperas sierras, sin aguardar que los in–

dios lo llevasen en sus ricas andas ni en las pintadas é delga–

das hamacas ; tan turbado

é

temeroso se hallaba, que puso en

plática con su gente que queria esperar

á

Orgofiez é procu–

rar con él la paz,

é

que él se la ofreciese de parte del Ade–

lantado , mas no se concluyó ninguna cosa, porque los suyos

le amonestaron que no lo hiciese, porque le quitarían luégo

al momento la vida. Por esta causa, el Inga pasó adelante, é

allegó á una provincia muy áspera de sierras, que está venti–

cinco leguas de la ciudad del Cuzco; los españoles que le

iban siguiendo allegaron á aquel lugar

é

prendieron á mucha

parte de su gente, y él se escapó, por muy gran ventura, con

solamente una mujer á quien él mucho queria. Rodrigo Orgo–

ñez, de que supo que así se babia escapado el Inga, le pesó

por no le haber preso, é visto que ya no tenía remedio pen–

sar que lo babia de prender, se volvió adonde babia dejado

asentado su real,

é

vino á Vilcas, adonde estuvo dos di as;

é

recibiendo cartas del Adelantado, en que por ellas le envió

á

mandar que luégo se volviese al Cuzco, hízolo, soltando pri–

mero mucha gente de aquella que·babian habido é que andaba

en el servicio del Inga, que como se vieron libres, muchos

dellos se fueron á sus tierras,

y

otros fueron en seguimiento

de Mango Inga é de Villahoma, que por poco se quedara en

poder de los cristianos, sin que sus encantaciones ni sacerdo–

cios le valieran.